Para descubrir lo mejor de nosotros y en nosotros tenemos que hacer un viaje hacia el interior de nuestra mente y adentrarnos en nuestro corazón y nuestra alma. El objetivo es hallar a nuestro Ser; quien somos.
No es fácil pero no imposible. Se requiere disciplina y un gran anhelo. Al comienzo de este viaje, el protagonista es el «yo», con su mochila bien repleta de ego (mi, mío, yo)… para ir poco a poco, deshaciéndose de toda esa carga -la importancia y sufrimiento del personaje. El primer requisito es que el Ego debe volverse transparente, vacío.
Más tarde, desde la ligereza y la confianza, la Conciencia va tomando protagonismo y su Luz nos guiará hacia otros planos fuera del tiempo-espacio donde está nuestro Yo Superior.
Finalmente, cuando consigue uno llegar al templo del Corazón, la persona se da cuenta de que durante la travesía ha sufrido una increible transformación; las resistencias del ego han desaparecido. Las energías densas han perdido fuerza y las energías sutiles del cosmos están ocupando todo espacio vacío para restructurar la mente y sanar el corazón; al Realidad es otra.
¿Qué sentido tiene hacer ese esfuerzo de seguir una disciplina o práctica espiritual?
Podemos vivir en la periferia de nosotros mismos, utilizando el mínimo de la energía vital con la que nacimos -limitados en nuestro cuerpo físico y sin descubrir su inmensa capacidad y potencialidad- y pasar por la vida sin pena ni gloria, volcados en el mundo externo y material.
Pero también podemos adentrarnos, como digo al principio, en nosotros mismos y experimentar las leyes sagradas del alma… y comenzar a maravillarnos… de que somos seres de luz multidimensionales.
