
Terminó el tiempo de ser pasivos, de ser sólo observadores críticos, de los demás. La vida ha dejado de ser un juego impersonal y gratuito a ser un juego responsable.
La vida sigue siendo un juego -y se pasa fatal si no se conocen las reglas-. Y sigue siendo un juego porque tiene que fluir desde la inocencia. Y la inocencia está ligada a la Gracia Divina, se entienda esto o no.
Es la Gracia Divina la que le da a la vida el carácter sagrado.
La vida, si no le damos un fundamento sagrado, es vana; no tiene sentido ni profundidad.
Si a la vida la despojamos de su manto sagrado, se vuelve miserable. Si el ser humano deja a un lado su aspecto sagrado se vuelve cruel, déspota.
Es entonces cuando la Naturaleza le da la espalda, la Madre Tierra le ignora y deja de protegerle.
Tu decides. Cada uno decide. Y aunque venimos marcados por un karma; con un bagaje que nos condiciona y posiciona, somos libres para resistirnos a cumplir con nuestro destino o acelerar nuestro aprendizaje (desde la rendición de nuestro Ser) o quedarnos impasibles en el propio infierno que nos hayamos creado.
La vida es un juego, si nos tomamos a nosotros mismos demasiado en serio, estamos alimentando el Ego y nuestra importancia personal no nos dejará disfrutar, agradecer y valorar nuestra existencia …