Por supuesto que tenemos derecho a seguir con nuestros miedos, mostrarnos como víctimas y mantenernos en el sufrimiento y en la queja. Pero esto simplemente es para las personas que no creen en sí mismas y se han rendido.
Y es esa resistencia a salir de la mediocridad la que enferma física y mentalmente. Uno se empecina, desde el Ego magnificado, -como un héroe en la oposición- a no dar un paso al frente y enfrentarse consigo mismo. Los miedos al fracaso y a lo desconocido, son los peores grilletes. Toda represión crea dolor y conflicto.
Vivir es un gran desafío, es un acto creativo y que merece todo nuestro entusiasmo. Pero el Ego prefiere vivir acomodado en el mundo mecánico de lo ilusorio.
Vivimos las consecuencias de nuestros pensamientos y los pensamientos pueden ser modificados y reconducidos -son energía-: Podemos cambiar nuestra forma de pensar. Podemos crear nuevos hábitos y deshacernos de todo lo condicionante del pasado.
Cuando conseguimos poner los pensamientos en orden y los utilizamos con lucidez, pensamos, y nos sentimos capaces de seleccionar y elegir. Buscamos y encontramos soluciones. Comenzamos a desarrollar la mente y ésta se abre a la claridad mental; la intuición.
¿Cómo acabar con un problema repetitivo si no cambio mi forma de pensar y actuar? Para resolver los problemas que cada día se nos presentan tenemos que observarlos con profundidad para poder cambiar la forma en que enfocamos la vida.
Podemos comenzar a prever y despejar el camino antes de que se formen los obstáculos. La forma de pensar es la clave; la actitud con la que nos movemos por la vida. Tomemos conciencia y hagámonos dueños de nuestro destino.