La medicina del alma

¿En qué parte del cerebro están localizadas las creencias? ¿Dónde los patrones de comportamiento heredados? ¿Cómo reconocer nuestro ser esencial, nuestra naturaleza y eliminar todo lo que nos ha sido impuesto?

Vamos a evaluar nuestra historia personal y vital. Vamos a descubrir el problema central que nos impide avanzar… que obstaculiza alcanzar la felicidad y paz interior… vamos a ser simplemente  quienes somos.

Los acontecimientos de nuestra vida que nos marcaron, creando bloqueos emocionales, podemos eliminarlos. Podemos también deshacernos de nudos de energía negativa que no están permitiendo que fluya libremente la energía en nosotros.

Existen terapias holísticas que te orientan hacia la auto-sanación para aprender desde la observación a tomar conciencia de tí mismo. Dedicarte  tiempo, es el primer paso para alimentar la autoestima; escuchar tu interior, cómo me siento… desde la sinceridad del corazón, no desde la queja de la mente.

La tristeza del alma se percibe cuando nuestro estado de ánimo es bajo, cuando la ilusión y el entusiasmo por la vida se van apagando sin darnos cuenta hasta que finalmente se manifiesta en el cuerpo mental como depresión o cansancio físico y  mental sin causa aparente.

Los desequilibrios del alma los sentimos físicamente como ansiedad, angustia, vacío…. son síntomas psicológicos que experimentamos ante las desilusiones, las pérdidas y por reprimir experiencias traumáticas.

Los sentimientos y emociones no están separados del resto de nosotros mismos. El conflicto nace cuando parte de nosotros se resiste a ver, se resiste a enfrentarse a las situaciones que no sabe cómo resolver. Y aparece el sufrimiento, los miedos.

El núcleo de nuestra esencia es el alma.  Ella reconcilia las intenciones con las acciones, los deseos con la voluntad y lo que somos con lo que desearíamos ser. La mejor medicina del alma es el Amor, la Compasión, la Aceptación y la adaptación.

El Camino hacia la sanación es conocernos a nosotros mismos y aplicar los remedios que el alma, desde la Fuente de Sabiduría del corazón,  nos brinda.

 

 

Nivel de humanidad

Mi actuación va ligada a cómo me siento conmigo misma: mi felicidad, mi autoestima, mi paz interior… ¿no es eso lo que estamos buscando?  Entonces, cómo es mi proceder como persona.

Debería ser innato en todo ser humano el sentido de integridad que lleva implícito la correción en el actuar; el deber y respeto hacia uno mismo,  hacia los demás y hacia el entorno. Pero claro, tener ese alto nivel de humanidad significa que no se ha perdido la conexión con el espíritu que nos da la vida y nos hace eternos.

Actuar con dignidad requiere fortaleza de carácter, mente clara, comunión con mi Ser y estar centrados en el corazón. Porque mi dignidad e integridad son las que marcan mi actuar; no tengo dudas de lo que es correcto e incorrecto y ningún interés por debajo de mi honestidad y sinceridad hará que me olvide del deber que tengo para conmigo mismo.

Mi Ser sabe lo que es correcto e incorrecto. Sabe cuáles son mis responsabilidades y deberes. Si mi yo-personaje  ha ido tomando poder  y mando,   alejándose de su Ser esencial, es cuando en mí entra el conflicto, la confusión y un sentimiento de infelicidad me va envolviendo.

Si no existe  conciencia de mí mismo, tengo que hacer un camino hacia la reconexión. La cuestión  está en no demorar más esa introspección para hallar a nuestro ser.

¿Cuáles son los deberes que tengo conmigo mismo? Cuidar de mi salud física, de mi bienestar, crear paz interior, ser feliz, amar y ser amado. Son mis deberes y son mis derechos también. No me lo puedo negar.

¿Cuáles son mis deberes hacia los demás? El respeto y dedicación a las personas más cercanas y también a todos los demás seres vivos, a la sociedad, al planeta, la Madre Tierra…

Midamos nuestro nivel de humanidad. Reconectemos con nuestra esencia. Cumplamos con nuestros deberes para que nos sintamos en paz con nosotros mismos.

Construyendo el Presente

La vida hay que aceptarla como viene, creo que es la verdad más inteligente y sencilla que uno puede aplicar en sí mismo. Aceptarse a sí mismo y aceptar a los demás como son, sin permitir que la mente complique las cosas analizando más de lo necesario.Y a veces tenemos que construir puentes entre las personas y entre nosotros y las situaciones difíciles de manejar.

El pasado ya poco importa; sucedió y nada se puede corregir en él. El futuro no existe. El futuro será según nosotros vivamos nuestro Presente. Así que, vivamos nuestro Presente, de forma consciente y con entusiasmo. Agradecidos. Valorando lo bueno que la vida nos brinda Hoy.

Estemos abiertos a aceptar el arrepentimiento de los demás. Nada es inamovible y estático. Nuestros corazones  unas veces están cerrados y otras veces abiertos; palpitan físicamente. Pero también emocionalmente, alternativamente, se contraen por miedo y desconfianza y luego se dilatan queriendo dar y recibir amor.

Los seres humanos o somos muy mentales o somos muy emocionales. Nuestro cada día se mueve entre esos dos estados y tanto la mente como el corazón nos dominan llevándonos a veces a esos dos extremos. Pero tenemos la capacidad de encontrar el equilibrio entre esas dos Fuerzas. A eso le llamariamos conseguir la PAZ INTERIOR y una vida estable.

Disfruta de tu Presente. No te preocupes innecesariamente por tí y por los demás. No te castigues más. Recuerda y valora lo positivo de tu vida y disfrutalo. Agradece. No hay razón para estar triste: tienes un Presente y un porvenir COMO TU QUIERAS QUE SEA. TU LO ESTAS CONSTRUYENDO.

La Meditación

Para nosotros occidentales no es nada fácil la práctica de la Meditación, que tanto nos aconsejan ahora,  porque ya nacemos con el estigma de que hay que HACER. Ya desde niños nos gritaban «niño no estés parado sin hacer nada!».  Nos grabaron a fuego de que somos según hacemos y tenemos. Por eso nuestra mente siempre está en ebullición midiendo, controlando, calculando, planeando… el estado contemplativo se valoraba como «eres un vago».

No es nada fácil, más bien nos crea ansiedad y frustración. Abandonamos la práctica porque nos duele la espalda y las rodillas y no conseguimos estar más de tres minutos quietos… quisieramos poder meditar, hasta nos da envidia sana por los que dicen que meditan media hora…

Pero, qué es exactamente la meditación y cómo conseguir estar sentados sin hacer nada.

La Meditación se consigue con la doma del Ego-Mente.No se puede imponer como obligación. No debemos dejar que la mente entre en el juego de rebelarse y boicotearla.

Tenemos que desear grandemente conseguir la paz interior en nosotros. Y confiar que la meditación nos lo va a proporcionar. A partir de ahí la clave está en la paciencia y la perseverancia.

No forzar nada. El primer día es suficiente el tiempo que podamos estar en quietud y disfrutar del silencio, aunque los pensamientos se arremolinen en nuestro cerebro, sólo seremos observadores pacíficos. Que sólo hemos estado tres ó cinco minutos, suficiente. Cada día nos pondremos nuevamente con la intención de  meditar sin sobrepasar nuestra capacidad de estar en quietud e iremos añadiendo minutos acorde al flujo natural de nuestro ser.

Teniendo presente que la Meditación nos lleva al estado de Quietud y de pacificación de nuestros pensamientos.
La Meditación sería el vehículo que nos lleva hasta nuestro Ser esencial.
La Meditación abre las puertas celestiales en ese instante que conseguimos trascender la materia.
 

¿Qué es la espiritualidad?

Jesucristo atraía a miles de personas, le seguían aunque lo más probable es que no entendiesen sus palabras. Pero él irradiaba una Luz irresistible que beneficiaba a quienes le rodeaban; llegaba paz  a sus espíritus. Les transformaba. ¿Qué más hay que entender? Así ha sido y es con mucha gente santa e iluminada; desprenden una energía amorosa que produce atracción y reconocimiento de quienes vibran «en su misma onda«.

Nuestro espíritu vibra y se regozija cuando la Luz le envuelve. La espiritualidad es parte intrínseca de nuestra naturaleza; es el anhelo más íntimo de nuestro ser esencial por mantener viva la fusión con la divinidad.

Elevar nuestra frecuencia de vibración. Percibir y sintonizarnos con las energías sutiles que nos ayudan a trascender este plano material. Purificar nuestro corazón y llenarlo de amor y compasión. Cuando nos invade un sentimiento de inquietud e insatisfacción con nosotros mismos,  es nuestro cuerpo espiritual que nos está pidiendo que le alimentemos.

¿Cómo? Yendo al encuentro de nuestro ser. Anhelando ese encuentro. Yendo hacia adentro, donde está nuestro Templo y allí nuestro Maestro-Guía (Angel Guardián). Respirar profundo y guardar silencio, en perfecta calma. Y en esa quietud y paz, podemos hablarLe desde el corazón para luego -lo más importante- escucharLe.

Las religiones y las instituciones religiosas son y nos enseñan otra cosa muy distinta. Aquí estamos hablando de espiritualidad. Somos seres espirituales y no necesariamente «religiosos».

Sé lo que digo. He sido religiosa durante 20 años. He sido creyente practicante y cumplía diariamente con todas las obligaciones religiosas (por miedo a que Dios me abandonase, me castigase, … también por agradarLe, por ser buena creyente…). Pero el calor devocional de mi corazón se fue apagando; las obligaciones asfixiaban la espontaneidad y el anhelo del espíritu se difuminó y cayó en el hábito. La oración se convirtió en rutina …

La espiritualidad y la comunión con Dios es algo totalmente personal. Ni se puede imponer ni se puede convencer con palabras de su existencia. No se puede inculcar la fe, hay que experimentarla. No se puede obligar a rezar, hay que sentir esa necesidad. No se puede conocer a Dios si no existe primero ese anhelo ardiente por fundirte en Él.

Mi historia dentro de la sanación

Fue ya con 45 años, y después de haber dado muchas vueltas por el mundo, cuando por circunstancias muy especiales y viviendo en Irán, comencé a ayudar a los demás, sin tener yo misma ni idea de nada. Fue allí -ahora lo entiendo así- que Dios comenzó a guiarme en este sentido; hacia el servicio a los demás. Algunas  personas venían a pedirme ayuda y Dios actuaba a través de mí.

Un ejemplo clarísimo para mí fue cuando un día estaba yo rezando porque me sentía algo abrumada por la situación y le pedía a Dios en mi rezo que si realmente Él quería que yo me dedicase a ayudar a los demás debía darme los medios. Justo en ese mismo momento entró en la habitación mi hijo mayor llevando una bolsa en las manos “me han dado esto para tí, un señor filipino que se vuelve a su país y ha pensado que mejor te lo daba a tí; son medicinas”.

Yo nunca antes había oído hablar sobre la homeopatía y allí habían más de una veintena de frascos diferentes. Cuando venía alguien diciéndome que su hijo tenía algún dolor o fiebre, yo metía la mano en la bolsa mientras rezaba, sacaba un frasco y le daba unos cuantos gránulos. Jamás dudé era la mano divina quien elegía por mí. Y siempre, gracias a Dios, dio resultado.

De vuelta a España me olvidé del asunto hasta que yo misma me puse enferma, con un gran dolor en el pecho y los médicos me daban ahora este jarabe luego otro diferente y ninguno me quitaba el dolor. Una amiga me habló de las Flores de Bach y me hizo una fórmula. Inmediatamente me hicieron efecto. Maravillada comencé a estudiarlas, luego a tomarlas yo misma para conocer sus efectos y más tarde darlas a la gente a mi alrededor hasta que  después abrí un consultorio de medicinas naturales.

Por aquel entonces, finales el año 2000, que para mí ese año significó un renacer por una serie de acontecimientos personales, fui a Barcelona a un curso de Terapia Regresiva, sin tener ni idea de lo que me iba a encontrar. Entre los alumnos hacíamos prácticas y todos tenían vivencias de vidas pasadas. Conmigo fue distinto; yo aparecía en otro planeta o en medio del Cielo, postrada, ante un Rayo de Luz… y cosas así.

En otra ocasión y atendiendo un curso de Respiración Holotrópica donde a través de un tipo de respiración se consigue un desdoblamiento de conciencia que te ayuda a hacer viajes astrales, yo salí disparada como una flecha de mi cuerpo y una vez «arriba» una voz decía directamente a mi corazón «eres dadora de luz».

Me hice maestra de Reiki, como un regalo del Cielo y para mí es sagrada la práctica de conectarme, a través de los chakras, con mi cuerpo-mente y con mi maestro interior. Mucho tiempo después entendí el mensaje pues dando Reiki das Luz sanadora.

Y en eso sigo, dejándome guiar por mi maestro interior, dando gracias por ser tan afortunada de estar al servicio del Altísimo.

 

Creciendo en la prisa y muriendo en la tardanza

Hemos reducido a normas, creencias  y conceptos nuestra vida. Y todo ello enmarcado por  sentimientos de codicia, egoísmo, obligación, culpa,  miedos…  Si a esto -que llamamos nuestra vida- le añadimos la prisa que nos mantiene robotizados y esclavizados, el resultado es lo que todos sabemos y padecemos: infelicidad, insatisfacción con nosotros mismos.

Las nuevas generaciones crecen y como pueden se adaptan a la prisa de los padres y la sociedad. La comida rápida se ha tenido que idear para facilitar la marcha y el ritmo de todos. Y la aceptamos aún sabiendo lo poco que nos aporta; sólo llena los estómagos.  Y así todo; cubriendo de forma superficial y rápida las carencias. La deshumanización nos lleva cuesta abajo a toda prisa, a unos por el ciego desarrollo materialista y a  otros por la pobreza cruel que ciega y embrutece.

Pero estas exigencias que nos demanda este estilo de vida tan estresante, en el afán de tener más comodidades y abarcar más posesiones tiene un precio muy alto. Estamos padeciendo en alto grado, niños, adultos y ancianos,  todas esas enfermedades silenciosas del alma; soledad, tristeza, incomprensión, vacío, angustia, ansiedad, miedos, abandono… falta de amor

Recapitulación. Es tiempo de recuperar y atender nuestro espíritu, haciendo un camino evolutivo positivo. Desde la toma de Conciencia. Viviendo el Presente. Prestando atención y valorando al ser que somos, a la familia, a la Naturaleza, etc.

Siempre posponemos los cambios diciendo que es muy difícil cambiar. Pero ha llegado la hora  en que debemos sintonizarnos con el ritmo acompasado de las energías cósmicas para que nos lleven a la quietud y a la paz interior.

Lo que crece despacio y con amor se hace fuerte y bello. La ancianidad debería ser signo de sabiduría y serenidad.

 

La vida no es una competición

Si dentro de nuestro deseo de crecer espiritualmente comenzamos a perseguir resultados, ya nos estamos desviando del objetivo.

Si dentro de nuestros buenos propósitos de avanzar y ser mejores comenzamos a medirnos con los demás y a calcular -inconscientemente- cuánto nos falta para iluminarnos, ya nos estamos desviando del verdadero camino.

Y digo desviando, porque vamos a conseguir más de lo mismo aunque ahora lo pintemos de rosa; ansiedad, frustración, decepción…

La vida no es una competición; quién es más bueno, más creyente, más … quién más… Nos medimos por la cantidad. ¿Cuánto tienes tú? ¡yo más!…. Nos comparamos y nuestro ideal es siempre aquel otro que aparenta tener más de algo….

¡Qué difícil es dominar la mente y ponerla al servicio del corazón! Cuántos beatos se habrán ido al mismísimo infierno en su afán de ganarse el cielo en una carrera competitiva despiadada.

Hay que moderar los excesos y no perder de vista que el viaje es hacia la unión desde la compasión. Todo y todos estamos entrelazados formando un uno con El Que Da Forma.

 

¿Cuán infeliz eres?

No nos engañemos más a nosotros mismos… teniendo el deseo de ayudar a los demás como primer objetivo, sin ser capaces de ver lo necesitados que estamos nosotros mismos de atención, amor y perdón. Ese es el primer trabajo, ineludible. Si no te amas no puedes amar.

No nos descuidemos de nuestra responsabilidad primera; nuestra salud, nuestra felicidad. Esto parece ir en contra de las enseñanzas -malinterpretadas- cristianas que recibimos. Pero Jesús dijo «Ama a tu prójimo como a tí mismo».

¿Y qué  entendimos?  Desde este plano lineal lo entendemos como puro egoísmo si pienso primero en mí. Estoy mirando por mis intereses, egoístamente.

Pero Jesús hablaba al corazón. Y ahora, tú mismo, léelo desde tu corazón… ¿te amas. Cuánto te amas? ¿Cuán infeliz o insatisfecho contigo mismo eres?… y la raíz de la infelicidad está/somos nosotros mismos

Hay que salir de la mente-ego. Cambiar hábitos y creencias.

Mucha gente está en contra de las instituciones religiosas. No quieren ni oír hablar de ellas. Ni siquiera les gusta la palabra «dios». Y meten en un mismo saco toda idea que se relacione con un ser superior y divino.

No importa. Hay muchos que se dicen ateos y son creyentes a su manera. Lo único importante es no descuidar nuestro cuerpo espiritual que es lo que nos mantiene seres auténticos.

Ser consciente de mí

Primero comenzamos el trabajo de ser observadores de nosotros mismos con el objetivo de conocernos, de ver quién actúa a través del yo.

Nos damos cuenta entonces que son varios los que están ahí; por un lado la mente que procura dominar y dirigir al yo, luego está el corazón que desde las emociones quiere convencer para hacerlo de otra manera… y está quien observa a esos dos que es la Conciencia del Ser.

El conflicto y el sufrimiento en nosotros se crea cuando esas partes no están de acuerdo y en situaciones donde se requeriría la unión y la armonía, se desata la lucha.

En la medida en que la Conciencia esté presente en cada acto de nuestra vida cotidiana, estamos viviendo con todos los sentidos externos e internos; desde nuestro Ser.

Cuando consigamos esa fusión entre todas nuestras partes; cuerpo, mente, corazón y espíritu, entonces, desde ese equilibrio perfecto, viviremos con la certeza de que somos Luz, de que somos un Ser de Luz eterno, y de que nuestro propósito de vida es simplemente vivir la vida, como criaturas divinas que somos, desde la alabanza y el Amor universal.