Los miedos no son visibles pero son concretos. A un niño no le satisface ni le ayuda la respuesta de «eso son tonterias»…
Los miedos racionales son necesarios porque nos hacen precavidos, previsores y cautelosos en su justa medida. Lo contrario serían los miedos irracionales y sin fundamento que magnifican cualquier pensamiento de temor y que, si la mente se desborda, puede llevarnos a sentir terror y pánico, sin causa que lo justifique.
Los miedos toman forma cuando la mente es débil o no está formada -como en los casos de los niños. Los niños necesitan respuestas claras. Los niños no son tontos simplemente les falta información… pero los adultos zanjan la cuestión diciendo «eso son tonterías».
Si son dados a fantasear con energías negativas; terminan atrayendo lo que se teme. En este caso, para desarrollar la mente y dirigirla correctamente, hay que enseñarla a centrarse, concentrarse y tomar hábitos de pensamientos positivos.
La inmensa mayoría de los niños desde su corta edad tienen miedo a algo concreto o a cosas imaginarias. Normalmente se intenta razonar con ellos para quitar los miedos. Les decimos, ante el miedo a los perros; «no seas tonto, si no te va a hacer nada». Ante la oscuridad de la noche «ay que miedica eres, los fantasmas no existen…». Ante el médico y la jeringuilla «no te va a doler, tonta»…
Una cosa más, de lo mucho que se podría hablar sobre el tema, pero enfocándolo a los niños. Están los miedos que los niños perciben en los mayores pero que ellos, aún sin entender qué pasa, asumen y adoptan, produciéndoles inseguridad, confusión y temor a lo desconocido o al futuro. Por ejemplo, el miedo y ansiedad del padre a perder su empleo…
Los niños necesitan vivir en un ambiente de estabilidad emocional. Es nuestra responsabilidad procurárselo. Es mucho mejor hablar, de forma positiva, de los temas que preocupan a la familia y hacerlos partícipes y no que ellos respiren y perciban, desde el silencio, una atmósfera donde el miedo y la ansiedad envuelve a los mayores y no saben por qué.