Las relaciones que conllevan esfuerzo, conflicto, desorden mental, agotamiento e inestabilidad emocional… mantenerlas resulta una agonía sin sentido. A no ser que seamos conscientes de ello y lo aceptemos plenamente como un desafío y aprendizaje para nosotros mismos.
Mientras tanto ahí estás tu. Y yo. Midiéndonos, sopesando conveniencias. Destruyéndonos el uno al otro, mientras sufrimos …
Moviéndonos entre esto y aquello o lo otro… en juego la manipulación, la exigencia, la intriga y la amenaza. Confundiendo el amor con la dependencia. El deseo de ganar y el miedo a perder se mezclan de manera desmesurada, mientras la vida pasa … y en el fondo sólo deseamos ser amados y comprendidos.
El que piensa demasiado ya se quedó atrás. Los pensamientos terminan abrumando al pensador… los pensamientos terminaron fragmentándose y se hicieron irreconocibles, inteligibles e indefendibles los deseos … Las emociones gritan, se lamenta el orgullo herido ¡yo sólo quiero ser reconocido!
¡Que hartura! ¡Que cansancio! … qué clase de amor se defiende y se mantiene desde el insulto y la queja.
Sonrisas sin color. Miradas apagadas. Así es una relación tóxica. Mentes que divagan desde su propia insatisfacción y desvarío. Luego -siempre luego- viene el arrepentimiento y las promesas, las palabras dulces, y asoma el conquistador y el que consiente.
Y volvemos a empezar …
Reblogueó esto en EL ECO DE TUS PALABRASy comentado:
Maravilloso. Como siempre. Gracias