La diferencia es grande. El compromiso primeramente es con uno mismo. Debe ser voluntario y consciente; así es como se crea la perfección.
La obligación es impuesta o aceptada desde la manipulación o la fuerza. Se trata de ganar la voluntad del otro mediante el miedo, el sentimiento de culpa, el interés o el victimismo.
Cuando a nivel físico sentimos un peso en nuestros hombros quiere decir que emocionalmente tenemos un sobre-esfuerzo de responsabilidades y preocupaciones. El dolor y tensión física en toda esa zona e inclusive cuando la espalda comienza a deformarse debido a que la columna vertebral «cede» y se encorva … quiere decir que tenemos que comenzar a replantearnos nuestra actitud y vulnerabilidad ante los demás.
Sentirnos obligados a hacer algo o sentirnos obligados a comportarnos de una manera distinta a la que nos dicta nuestra naturaleza y entendimiento, simplemente por COMPLACER a los demás, nos perjudica tarde o temprano. Distinto es si esa obligación la convertimos en compromiso consciente y voluntario, por amor …
Las exigencias y la obligatoriedad vengan de quien vengan, inclusive las auto-impuestas crean tensión interior, represión.
Sentirnos en deuda con alguien o sentirnos obligados a devolver un favor, a hacer un regalo, poner nuestro empeño en agradar, todo ello lleva un esfuerzo y gasto de energía a nivel mental. Sin embargo, cuando es el corazón quien siente el impulso sincero y espontaneo de corresponder o mostrar su compromiso de lealtad o lo que sea, lo hace desde la libertad.
Transformar la obligación en COMPROMISO crea libertad, responsabilidad y conciencia.