No es verdad que podamos silenciar la mente. Vivimos en la mente y vivimos desde la mente. Y ella siempre está en marcha: imaginando, juzgando, criticando, soñando, preocupándose … diciendo una y otra vez ‘y si esto … y si lo otro’ . La mente nunca calla. Sin descanso, en ella revolotean los pensamientos y los sentimientos sin parar.
Para encontrar la paz hay que salir de la mente. Experimentemos el ausentarnos por un momento de la mente. Vamos a hacernos conscientes de que somos capaces de hacer ese «desdoblamiento» en nosotros. Es más que una técnica de meditar. Se trata de intensificar los sentidos y simplemente CONTEMPLAR, quedar absorto… como la capacidad que tienen los niños de quedar ‘pasmados’ -sin mente- ante algo que les maravilla.
Como Observadores, nuestro Yo Superior disfruta de la contemplación de una hermosa puesta de sol, sin que la mente intervenga.
Desde la conexión mente-corazón, nuestra Conciencia se mece ensimismada viendo el vaivén de las olas del mar.
Y dejamos la mente atrás de forma natural mientras nos sentimos envueltos en la complacencia de estar en silencio junto a las personas amadas; instantes de éxtasis total.
En esos momentos, sobran las palabras; en esos momentos, es cuando la mente está ausente. En esa quietud perfecta. En esa armonía y sincronicidad de todos los elementos.
Todo en perfecta quietud y armonía.