El Alma queda reducida a rescoldo cuando no se mantiene la llama del Espíritu. Cuando el ser humano se aleja y desatiende su parte divina -su Conciencia- comienza su desgracia… y no sabe por qué; ha perdido la facultad de Ver y Escuchar. Ha dejado atrás a su ser esencial.
El ser humano está extraviado. No existe la paz en el interior ni en el exterior. Y no es por culpa de esto o aquello, no vamos a justificarnos más de que nuestra infelicidad la causó algo externo a nosotros mismos. El ser humano perdió la conexión con la Fuerza y sabiduría de su corazón espiritual que lo une a la Conciencia Suprema.
Ni a nivel individual y por lo tanto tampoco a nivel global existe la paz porque el ser humano sigue atado al plano de las formas y de lo material. Es la mente quien domina desde el egoísmo y la codicia.
La paz es ausencia de conflicto. Y el conflicto nace al romperse el equilibrio entre las energías masculinas y femeninas que en todo ser humano debieran estar despiertas y fluyendo en armonía. Si no hay Fe y Amor, hay miedo a perder.
El conflicto se crea al querer ser diferente a lo que uno es, queriendo «tener y ser más» y que esa es la trampa clave que nos lleva a la infelicidad y la enfermedad.
Desde el despertar de la Conciencia es como podremos recuperar las cualidades innatas de la intuición para que se abran las puertas hacia la divinidad que hay en nosotros y nos conecten por fin con las energías cósmicas del Amor Incondicional.