En el momento en el que dejamos de actuar como víctimas -a merced de lo circunstancial- y comprendemos que toda vivencia responde a un orden y plan cósmico, que nuestra mente limitada no puede siquiera imaginar, es cuando llega la aceptación.
Tenemos que aceptar el reto de la vida. Salir de detrás de los miedos y atrevernos a enfrentarnos a los desafíos que se nos presentan. Dejar de resistirnos poniendo excusas, desde una actitud de víctima. Elijamos ser guerreros y enfrentémonos a nuestra realidad.
Aceptar, asimilar y adaptarnos a lo que la vida nos pone delante y no podemos cambiar. Y, por otro lado, desarrollar todas las posibilidades favorables y beneficiosas que a la par se nos brinda.
Soltar las resistencias y abrirnos a la aceptación; esta actitud nos dará la ligereza y libertad para fluir en la corriente de la vida. Integrar las enseñanzas de la vida nos permite avanzar hacia nuevas experiencias.
La aceptación no tiene nada que ver con el conformismo. Si vivimos resignados, no nos confundamos, ese es el lado negativo de una actitud pasiva. La aceptación es la disposición positiva y consciente. Es una elección voluntaria y responsable. Y con ella se vive desde la alegría que nos enriquece.
Sabemos que de todos los elementos, el Agua, es el que simboliza la no resistencia. Recordemos que nuestro cuerpo está compuesto en un 70% por AGUA , que es el elemento que lleva en sí la fuerza para la expansión y la evolución. El AGUA es el único elemento que puede transformarse a sí mismo: líquido, sólido y gaseoso. El poder del Agua justamente está en que no pone resistencia y esa misma cualidad es la que le hace llegar a donde se propone . Como la famosa frase de B.Lee «Be water my friend«. SÉ AGUA MI AMIGO.