La auto-complacencia del ego

mujer bailarina en rojoEl empeño más engañoso y de auto-complacencia es verse desde el prisma del Ego.

Siempre, la mente, que se confabula con el ego, encontrará la forma de embaucarnos, de crear espejismos y trampas,  mediante la justificación, el disimulo, la mentira, la adulación. Cuantas más resistencias la mente crea para seguir dominando desde el ego, más dificultades y conflictos tendremos para salir de esa visión de nosotros mismos que es distorsionada y que nos limita.

Lo que para los demás está tan claro de ver en nosotros, para nosotros mismos resulta un laberinto tortuoso y oscuro, a la hora de querer VER la raíz de un problema o conflicto que nos atormenta. Y nos enfada y molesta que, cuando explicamos a algún amigo nuestros conflictos de los que no sabemos salir, el amigo se sonríe con gesto compasivo, y nos da una explicación de nuestro problema que nos parece totalmente absurda,… «mira, yo de tí…» nos dice. Pero ni le escuchamos.

Así que seguimos erre que erre,   bloqueados, repitiendo las mismas argumentaciones y razonamientos.  La pregunta que nos martillea de ¿por qué a mí? o ¿y ahora cómo salgo de ésta?… Los amigos no nos dicen lo que queremos escuchar para que nos reafirmen en nuestras creencias. Nos dan consejos imposibles y sermones empalagosos o «ya te lo dije», «ya lo sabía yo»…

No queremos ver. Giramos la vista hacia otro lado porque no queremos enfrentarnos al problema con la idea ilusoria de que por si solo desaparecerá. Pero, muy al contrario, el problema se complica, se agranda y se fosiliza, rezumando amargura, frustración, desilusión, rabia, odio….

Vamos a que nos echen las cartas y a la vidente . Contamos una y otra vez lo desgraciados que somos. Todo, menos pararnos e ir a nuestro interior y en el silencio y quietud del encuentro con nosotros mismos, escuchar a nuestro corazón. Ahí sí que el ego se derrumba, se desactiva y claudica.

Ahí es cuando tiene la oportunidad de VERSE a sí mismo y si tiene coraje, se enfrentará a la realidad que siempre duele pero finalmente reconforta. Reconforta ASUMIR que uno se ha equivocado. Reconforta tomar la responsabilidad de uno mismo. Reconforta sentirse digno para comenzar de nuevo. Reconforta saberse persona con derecho a amar y ser amada, no importa cuántas veces se haya equivocado o errado el camino.

 

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