¿A qué esperas? La mente tiene que ser entrenada en alguna disciplina o corremos el riesgo de que se vuelva perezosa, se vuelva distraída y le cueste cada vez más concentrarse, pensar y actuar..
La mente puede funcionar mecánicamente como el respirar; pero entonces no esperemos algo más que eso. Ni siquiera al respirar inconscientemente le sacamos beneficio; nuestra capacidad torácica irá mermando así como nuestra energía vital. Tenemos que aprender a pensar. Tenemos que darle una utilidad a la mente y hacer que los pensamientos sean productivos hasta que vivamos desde la intuición.
¿Cómo saber que estamos rozando el nivel de pereza mental?
Cuando nos justificamos y nos conformamos con lo mínimo con tal de no esforzarnos.
Cuando nos parece normal llevar una vida de ‘mendigante’ (por debajo de nuestras posibilidades y capacidades).
Cuando es mayor la desgana que el entusiasmo por conseguir algo.
Cuando nos engañamos a nosotros mismos diciéndonos ‘mañana lo haré’ o ‘no vale la pena’ o ‘eso no es para mi’ o ‘yo no valgo para eso’ …
Cuando llenamos nuestra vida de ruido, superficialidad y televisión para no encontrarnos con nosotros mismos y nuestra realidad.
¿Cómo salir de ese estado?
Enfrentándonos a nosotros mismos. Teniendo la valentía de reconocer el miedo que nos da el afrontar nuestra insatisfacción con nosotros mismos. El miedo a ‘no poder’, ‘y si fallo?’
Marcarnos pequeños logros. ‘Solo por hoy… voy a intentarlo’. Darle voz a nuestros deseos más íntimos.
Poniendo orden en nuestro exterior y así se reflejará en nuestro interior.
Confiar en nosotros mismos ‘Yo puedo’.