El uno y el otro

manos 5taDTodos juzgamos o al menos  INTERPRETAMOS al otro desde nuestra propia visión de la vida, de lo que consideramos es correcto y por supuesto desde todos nuestros condicionamientos y prejuicios.

Nos falta reconocer que como nosotros pensamos y somos,  es solo una de tantas formas de ver y sentir la vida y que difícilmente puede ser objetiva. Nuestra parcela de verdad es solamente una pequeña porción de la Verdad.

Pero queremos que el otro entre en nuestro terreno y acepte nuestra verdad como si fuese la única.  De ahí el que intentemos manipular al otro, aunque sea sutilmente, con argumentos de buena intención  y nos enfadamos si no cede. Queremos que el otro sea , piense y actúe,  como nosotros creemos es la mejor manera.

¿Cómo abrirme  a la verdad  del otro y  reconocer que mi propia verdad solo me pertenece a mi?  

Comienzo a ser Observador de mi mismo. Pongo la intención de hacerme consciente de mi forma de actuar con el otro. ¿Qué me enfada? ¿Cómo me enfada? …  Lo que me molesta en el otro en realidad está también en mi, y me fastidia verlo en él porque inconscientemente -muy en el fondo- eso mismo me disgusta en mi.

De la misma manera,  me atrae y me gusta lo bueno del otro porque se asemeja a mi forma de ser,  es lo que me gusta de  mi.
No es fácil reconocerlo. La mente-ego pone muchas resistencias. Y justamente los conflictos -con nosotros mismos- vienen de ahí: las resistencias. Los conflictos con el otro surgen cuando queremos de alguna manera dominar, creyendo somos dueños de la razón y de la verdad. Tengamos una actitud de imparcialidad  a la hora de observarnos a nosotros mismos y relacionarnos con el otro.
Ampliemos la visión y  dejemos espacio a nuevas perspectivas de relación y comunicación, desde la aceptación de otras posibilidades y puntos de vista. Seamos más flexibles mentalmente -con nosotros mismos-. Seamos más flexibles con el otro y permitámonos aventurarnos en  otras parcelas, desconocidas para nosotros,  de  formas de pensar, sentir, relacionarse … siempre desde la aceptación, sin juzgar y sin cerrarnos a lo nuevo.
No queramos tener siempre la razón. Tenemos que dejarnos fluir y aceptar y respetar  la verdad del otro.

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