El mundo espiritual se ha comercializado en el sentido de que si yo especulo en tener ganancias y conseguir beneficios personales y pretendo hacer transacciones con el maestro o con Dios directamente, todo estos deseos que vienen de la mente tienen poco que ver con la espiritualidad. La vanagloria será un velo más que nos separe de la Verdad.
A la hora de rezar o meditar tenemos que salir de la mente. Tenemos que entrar en un estado de vacío completo y de humildad. Sólo desde la autenticidad de anhelar esa conexión con la Divinidad o simplemente ir al Silencio y Quietud Absoluta o ir al centro del Ser para sentir Su Presencia. Desde la entrega. Entonces es cuando experimentamos cómo, desde el poder de la intención sincera, se crea una comunión y comunicación, acorde a nuestra capacidad de apertura.
Se corre el peligro de desvirtuar o malinterpretar la espiritualidad. Mientras la mente siga dominando, ella se encargará de presentarnos una espiritualidad falsa que seguirá alimentando el ego. Da igual el escenario en que nos movamos, da igual el ropaje, da igual las creencias; mientras nos gobierne la mente-ego estaremos atrapados en un mundo de ilusión. Entonces el fanatismo, la rigidez en las formas, la ceguera, puede entrar por cualquier rendija de la mente.
Sólo actuando desde el corazón y con humildad se puede prevenir de caer en las trampas de la mente-ego.