Todos juzgamos o al menos INTERPRETAMOS al otro desde nuestra propia visión de la vida, de lo que consideramos es correcto y por supuesto desde todos nuestros condicionamientos y prejuicios.
Nos falta reconocer que como nosotros pensamos y somos, es solo una de tantas formas de ver y sentir la vida y que difícilmente puede ser objetiva. Nuestra parcela de verdad es solamente una pequeña porción de la Verdad.
Pero queremos que el otro entre en nuestro terreno y acepte nuestra verdad como si fuese la única. De ahí el que intentemos manipular al otro, aunque sea sutilmente, con argumentos de buena intención y nos enfadamos si no cede. Queremos que el otro sea , piense y actúe, como nosotros creemos es la mejor manera.
¿Cómo abrirme a la verdad del otro y reconocer que mi propia verdad solo me pertenece a mi?
Comienzo a ser Observador de mi mismo. Pongo la intención de hacerme consciente de mi forma de actuar con el otro. ¿Qué me enfada? ¿Cómo me enfada? … Lo que me molesta en el otro en realidad está también en mi, y me fastidia verlo en él porque inconscientemente -muy en el fondo- eso mismo me disgusta en mi.