Nos identificamos con el modelo de educación recibido. Creemos que somos ese ser obediente o rebelde que siguió o no lo que los mayores le fueron imponiendo de una forma u otra; lo que hay que hacer, lo que no hay que hacer, cómo hay que hacerlo, …
Así que ese niño que fuimos, muy pronto deja de ser él mismo, y se desconecta de su ser original, al entender que si no es obediente no será aceptado y que sólo es considerado digno de ser querido en la medida en que se comporte como se espera de él.
De esta desconexión con el NIÑO INTERIOR nace la inseguridad, el sentimiento de abandono, los miedos, los conflictos consigo mismo y la fuerte necesidad de Amor.
Uno de los importantes trabajos que se hace dentro de la Terapia Regresiva es justamente el ir al encuentro del Niño Interior, reconocerlo, reconciliarse con él, y traerlo al presente.
El Niño Interior es, esa parte de nosotros que representa la Inocencia. Es la energía del entusiasmo por la vida en estado puro -la fuerza que traemos cuando nacemos para no tan solo sobrevivir sino Ser-.
Esa energía debemos recuperarla porque es la Luz y guía para seguir adelante, no de forma autómata y mecánica, desde la resignación, la desconfianza o la desesperanza.
Ir al encuentro de nuestro Niño Interior es una experiencia llena de auto-satisfacción y amor hacia nosotros mismos. Se trata de una vivencia enriquecedora que jamás olvidaremos porque nos liberará de toda la carga de culpa y otras emociones negativas que no tiene sentido seguir con ellas.