
No tenemos que esperar a que llueva para salir a llorar. Los ojos no deberían jamás reprimir las lágrimas porque es la mejor manera que tenemos, cuando las palabras no bastan, para manifestar el dolor, el sufrimiento, el abandono y tantas cosas más que desgarran nuestro corazón. Ante cualquier situación extrema necesitamos expresar nuestro estado anímico y las lágrimas ayudan a sacar fuera nuestro sentir o grito de auxilio .
Y si se controlan y se impide que salgan, se queda el llanto bloqueado en la garganta y el sufrimiento es mayor y se alarga en el tiempo.
Se encuentra consuelo en el llanto. Llorar alivia la tensión de todos los órganos del cuerpo y permite que fluya la energía reparadora.
En el espacio sagrado del corazón, cuando lloramos, se enciende una Luz de alivio y desahogo.
Llorar; dar rienda suelta a las lágrimas, calma el sistema nervioso.
Sacar al exterior nuestra pena o cualquier sentimiento que el cuerpo emocional necesite expresar con lágrimas, es una acción valiente y de humildad.
También expresamos una alegría incontenible desde las lágrimas que se mezclan con la risa. La sensación que nos inunda entonces es muy placentera.
Lloremos de dolor o alegría siempre al final llega la calma.