Proceso de transformación

El proceso pasa por un estado de sentirse perdido-incomprendido al estado de aceptación y plena consciencia de ser. Como Humanidad nos abrimos a compartir.

El proceso pasa por decirme «tengo miedo a fracasar» a sentir confianza en mi mismo.

De sentirme no amado y abandonado a estar contento de mi mismo y experimentar satisfacción y libertad de ser quien soy.

Es un proceso, en el que cada pequeño avance es una gran victoria para la Conciencia en expansión y conexión con el Todo… y esto no tiene final…

Somos Naturaleza. Nada en ella perece, sólo se transforma. Y en este proceso pasamos de estar centrados en nosotros mismos a compartir y sentirnos EN los demás.

Se acaba la dualidad de tu/yo, bueno/malo, mejor/peor …

Ahora nos abrimos a ser solidarios con todos los otros que vemos y sentimos como parte de nosotros mismos.

Cooperar, colaborar, participar, todas éstas son actitudes que están ahora presentes en nuestro hacer de cada día, por el bien común de todos los seres vivos y de la Madre Tierra. Y esto se llama Amor Incondicional.

¿Quién eres tú?

No te olvides de ti mismo.

Te pregunto. Porque andas indagando allá afuera, siempre pensando en la próxima pregunta, pero esa necesidad de preguntar que tienes nunca se llega a satisfacer porque ni siquiera sabes quién eres tu mismo así que, todas las respuestas que te llegan sobre esto y aquello caen en saco roto.

¿Queda tu hambre satisfecha con sólo ver comer a los demás o con sólo leer el menú…?

Haz que tu mente vaya al interior. Céntrate en ti mismo desde la respiración consciente. No sirve de nada que la mente vague errante y no consigas pararte sobre ti mismo para preguntarte quién eres, qué quieres hacer contigo … si ya tienes o qué te falta para sentirte bien contigo mismo.

Enfoca la curiosidad de saber en ti mismo.

«Para un Alma eterna cada piedra sirve para construir un altar»

Perdonar

El puente que nos lleva de la Mente al Corazón es el Perdón.

Nos aferramos a emociones no resueltas, que nos hicieron daño. Muchas veces esas situaciones pasadas crean sentimientos de culpa, odio, deseos de venganza o rabia y cargamos con ello toda la vida, limitando nuestra capacidad de ser felices.

Perpetuar el daño, al no sentirse uno capaz de perdonar, nos ata al infractor. Y ese dolor que debía disolverse con el tiempo lo mantenemos vivo y cargamos con él, teniendo consecuencias limitadoras en nuestro presente.

¿El perdón se resuelve desde la toma de una decisión? ¿Se lleva a cabo el perdón desde la voluntad de perdonar?

La intención de perdonar es una acción pensada en primer lugar, por lo tanto resulta incompleta si no se hace también desde el corazón. La mente te engañará una y otra vez, mientras escondes el agravio y el dolor causado.

Muchas veces queremos perdonar, quisiéramos perdonar, pero la rabia o el resentimiento es mucho más fuerte. Queremos convencernos de que hemos perdonado pero el corazón sigue sufriendo en silencio, dolido.

No es fácil perdonar, para eso hay que sanar primero el corazón.

Un discípulo le preguntó a Jesús: «Maestro, cuántas veces tenemos que perdonar«, y él respondió: «70 veces 7«. Perdonar significa liberar a la otras persona y sanar el daño causado.

Entender nuestro dolor desde una perspectiva mayor nos ayudará a reconocer también al otro. Sin juzgar ni condenar, entender las circunstancias del otro se hace necesario. Y es la compasión la que puede convertir el dolor sufrido en piedad, que surge por si sola cuando somos capaces de comprender las imperfecciones y los defectos nuestros y de los demás.

No recurramos a la dureza que supone mantenerse a la defensiva o a la ofensiva. Primero perdonarnos a nosotros mismos para poder liberarnos de toda la carga emocional de dolor y rabia.

Vivir plenamente en el momento presente, ir dejando atrás los sentimientos de culpa. Porque el acto de perdonar no ocurre enteramente, por muy sincero que parezca, sino se hace desde un corazón que ha sanado la herida.

Desdoblamiento de la Conciencia.

Perseveramos en el entrenamiento para la Nueva Conciencia.

Cuando somos capaces de ver nuestro propio cuerpo físico como un simple observador externo, se amplía por si sola nuestra visión sobre quiénes somos realmente y se abre la perspectiva sobre todo lo demás.

El desdoblamiento de la Conciencia nos permite experimentar que tenemos una parte física y otra que es la Conciencia que es la que nos permite vivenciar nuestra realidad multidimensional.

Para todas las personas que ya llevan conmigo tiempo con estas prácticas quisiera hacer una pequeña reflexión en agradecimiento a esta oportunidad de compartir lo que ha sido dictado por el Universo y que nos permite así estar preparadas para dejarnos fluir en la Red de Luz de Amor Incondicional que envuelve la Madre Tierra y a todos los seres vivos. Y así avanzar en nuestro propósito de evolución personal y colectiva.

En este proceso que llevamos tiempo transitando, hemos sido observadoras de nuestras cualidades a desarrollar más allá de lo que creíamos éramos capaces de hacer. Hemos aprendido a permanecer centradas en nuestro corazón espiritual, haciéndonos conscientes cada vez más, de nuestra esencia y espíritu.

Ahora tenemos la experiencia y la certeza de que, la única Fuente de plenitud y Verdad, reside en nuestro interior y a ella nos dirigimos para saciar nuestras necesidades y deshacernos de todo lo que nos condiciona y limita.

El Perdón, la Compasión, el sentimiento de solidaridad, son partículas de nuestra esencia que es el Amor Puro.

Gracias al Universo, a la Gracia divina que nos asiste y a tod@s los que me acompañan …

Me pasó una vez

Me pasó una vez, haciendo poco que había llegado a España como «emigrante retornada», recién cumplidos 14 años y con un fuerte acento cubano, cuando me fui a una entrevista de trabajo, en Barcelona.

Era para ocupar el puesto de telefonista en el periódico El Correo Catalán. Yo nunca había hablado catalán, pero me era familiar porque mi madre, siendo catalana, muchas veces nos hablaba y nos cantaba canciones catalanas.

Total que me entrevista el director, hablándome en catalán, y yo me atreví a contestarle en su idioma. De pronto su comportamiento me pareció muy extraño porque le veo agacharse como buscando algo en un cajón del escritorio. Me daba la impresión de que metía literalmente la cabeza dentro del cajón, haciendo unos ruidos muy raros.

Como cada vez que yo le hablaba -en catalán con mi acento cubano- él metía la cabeza en el cajón, yo estaba muy curiosa de saber qué le pasaba.

Sus ojos estaban llorosos y parecía que le costaba hablar. Finalmente me confesó que hacía mucho tiempo que no se reía tanto y tan a gusto. Me contrató, … algo vería en mi. Osadía dijo.