
Comencemos por no robar, mentir o culpar con el pensamiento. Ampliemos la acción a no robarnos tiempo ni mentirnos a nosotros mismos y mucho menos culparnos de nada ni por nada.
El Amor en nosotros se despierta y germina desde el entendimiento, la compasión y la aceptación; es la simiente genuina y origen de vida.
Muchas cosas suceden de forma inesperada pero los cimientos de la paz interior se levantan desde el esfuerzo consciente y la voluntad de avanzar. Quitémonos las máscaras.
Cuando ya no sentimos la necesidad de ser reconocidos ni nos comparamos con otros ni juzgamos a los demás, es cuando nuestra mente comienza a deshacerse de todo pensamiento inútil y nuestro corazón se aligera y florece.
Es hora de liberar el Alma de su aislamiento y reconectarla con el corazón espiritual. Esto nos proporcionará fuerza y seguridad en nosotros mismos.
El camino del Amor lo experimentamos en la contemplación interna y en la lucidez que comenzamos a experimentar mentalmente. Las necesidades afectivas se concentran entonces en ser conscientes de la propia Alma y Espíritu en nosotros, y eso nos aporta autenticidad, integridad y unidad.
Como nos hizo ver Osho «La vida no es un acertijo por resolver, es un misterio que hay que vivir».