La negación de nuestra parte divina surge del alejamiento y olvido de nuestro ser esencial. Y este hecho, con el paso del tiempo, ha creado una realidad exclusivamente material, donde no hacemos uso, por ejemplo, del conocimiento intuitivo.
Las tradiciones e inclusive las religiones han ido perdiendo también la fuerza de su razón de ser al diluirse su esencia, llegando a las nuevas generaciones rituales vacíos y meras costumbres consumistas sin mayor sentido. La palabra ya no está viva; el mensaje ha dejado de motivarnos al no tener en sí mismo energía que impulse y nutra.
Cuando descubrimos el espacio sagrado que hay en nuestro corazón espiritual -el Alma- se enciende en nosotros el anhelo y la añoranza por acercarnos a nuestro espíritu; nuestra esencia eterna.
Es entonces, que nuestra Conciencia comienza a expandirse hacia otros Planos y dimensiones de sí misma para reafirmarse en lo que «ya sabe».
Esto no tienen sentido para muchos pero sí para quienes ya hayan experimentado y descubierto estos otros campos de posibilidades a nivel externo e interno.
La vida no es circunstancial. Tanto tu como yo tenemos un destino y hemos nacido dentro de un plan y orden divino. Negar o resistirnos a conocernos a nosotros mismos es lo que nos crea frustración, infelicidad, conflicto y sufrimiento. Así de sencilla es la respuesta.
Deja la mente a un lado. No es con la Mente que podemos llegar a la comprensión de lo que se concibe por encima de ella. Conectar con la energía cósmica nos ayudará a trascenderla.
RENOVAR la mente es la clave. Dejar viejos conceptos y creencias que nos limitan.