Todos tenemos miedos porque los miedos razonables son necesarios: Nos previenen de los peligros y de extralimitarnos. Los miedos ajustan nuestras ansias de riesgo y fantasía.
Pero también puede ocurrir que los miedos invadan nuestra mente de forma obsesiva y dispersen nuestras energías, paralizando o limitando nuestros deseos de avanzar y de conocer nuevas posibilidades.
Existen los miedos infundados que son como fantasmas que dificultan nuestra claridad mental. Miedos creados por una mente débil, por una personalidad insegura, de baja autoestima. Éstos son los ingredientes que sobrealimentan a los miedos de manera tortuosa.
El mundo está lleno de sufrimiento y dolor, y es real. Pero ahora mismo, los medios de comunicación nos están bombardeando con noticias catastróficas que minan nuestra seguridad y claridad mental. Tenemos que concentrar todas nuestras energías en nosotros mismos de forma positiva y no permitir que nos invadan con ideas e imágenes que limitan nuestra acción y capacidad de cambio.
Es al dispersar nuestra mente cuando nos debilitamos. Las Fuerzas del Mal -que existen y acampan a sus anchas- trabajan para coaccionar nuestra mente desde el miedo: creando inseguridad, haciéndonos creer que «más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer».
También existen las Fuerzas del Bien ¡sí!. Y son justamente las del AMOR. La SOLIDARIDAD. La COMPASIÓN. La UNIDAD. La CONFIANZA ABSOLUTA EN LA DIVINIDAD.
A esas nos unimos.