Dicen que el temple era la religión de los templarios; los vigilantes de los caminos que conducían a los lugares sagrados.
En el yoga se utiliza el término «control de los impulsos» y es un requisito para alcanzar la constancia de ánimo, la claridad mental y la ecuanimidad.
Templar el cuerpo físico es equilibrar su temperatura y también sus energías. También en los metales y el cristal, se consigue el punto exacto de dureza -manteniendo su elasticidad-, templándolos.
En cuanto al ser humano y su personalidad, se mide su temple por la calidad de su valentía que, si va unida a la armonía de espíritu, consigue deshacerse de la agresividad y la violencia al mismo tiempo que se llena de poder, controlando y dirigiendo su vida desde la compasión.
Sin excesos. Sin que ningún suceso te desborde, sin que ninguna emoción o pensamiento te vuelva iracundo o temeroso y te debilite.