
Es inevitable que las fechas navideñas y de fin de año nos afecten emocionalmente y hagamos involuntariamente un repaso a nuestra vida y la memoria despierte y nos lleve al pasado para sentirnos nostálgicos o tristes. Y también, al hacer el repaso, nos obligue la mente a ver más nítidamente nuestra situación actual y también la colectiva… apareciendo la queja o la preocupación por el futuro.
A pesar de esos pequeños momentos en que nos decimos que quizás podríamos haber hecho más y mejor, siempre aparece la esperanza como una fuerza que abre grietas para salir a la luz y mostrarse fuerte y decidida a no dejarse vencer.
Impecable es la esperanza. Nada la altera o la hace dudar de su eficacia. Es paciente y es audaz. No pierde el ánimo.
La esperanza siempre es amable y tiene gestos amorosos A nadie excluye y reparte generosamente entre todos los que le piden,
La esperanza se viste de Luz cuando visita a los enfermos y a los desamparados.
Inclusive se acerca a los que la desprecian; los escépticos y los que se resisten s amar y ser amados.
En estos días en los que, colectivamente, la humanidad está resentida y desesperanzada, impotente ante tanta codicia y egoísmo, mantengamos la esperanza, que es energía renovadora, y la necesitamos -la necesitan nuestros jóvenes- para seguir construyendo un mundo mejor.