Las penas del Alma

He conseguido que ya no me duela. Se la he entregado al Alma y ahora es sólo una leve pena, casi anestesiante, que me produce una media sonrisa, paciente y compasiva.

Y la acepto, esa pena que no pesa al corazón; no la llevo a cuestas, la he integrado. No la soporto como algo dado, siendo mía no la controlo, yo la he creado. Es como el ronroneo de un gato que vuelve a su antojo de vez en cuando.

Así es la vida, con sus alegrías y sus desencantos. Y yo la acepto tal cual, sin más preguntas ni querer saber. Acepto sus misterios, sus vaivenes, sus caprichos y su magia también.

Si la realidad es creada por la mente, esa realidad no la quiero. Que mi vista sea la del Alma. Que mi ver lo provoque mi corazón.

Mi realidad es perseverar en amaros cada día para que jamás caiga en el olvido y mucho menos en la indiferencia, mi amor por todos.