
La realidad de nuestro mundo depende de nuestra Conciencia. No ve el árbol de la misma manera uno que lo quiere talar que otro que se sienta bajo su sombra a descansar. Sus intenciones son diferentes. Sus intereses son distintos por eso es que sus experiencias distan de ser iguales: uno se mueve por conveniencia propia de ganancia y el otro se ha inclinado por un deseo de sano placer.
La motivación puede ser correcta o incorrecta. Incluso hacer las cosas para obtener un beneficio espiritual es una forma de degradación... qué quiere decir esto… La pureza de acción o pensamiento está en que no haya intereses personales por medio.
Cada uno crea su propio sufrimiento y felicidad desde su capacidad de comprensión de sí mismo, del mundo y del Bien común. Los miedos nos limitan y la actitud con la que nos enfrentamos a los problemas resuelven o complican las situaciones. Nuestro Ego tiene mucho que ver con todo ello.
Estar en paz con uno mismo es una decisión y si nos sincronizamos con nuestra Conciencia ella nos guiará para conseguirlo. Debe haber claridad mental, sinceridad de espíritu.
La Naturaleza -y la vida- tiene sus propias normas, respetarlas y acoplarse a ellas, nos brinda sabiduría innata, así es como el ser humano elige su propia suerte, atrayendo hacia sí según su grado de generosidad y calidad de amor que profesa hacia si mismo y hacia los demás.
Más allá de nuestra personalidad está nuestra Conciencia interna; el protagonista debe ser el Ser que habita en nuestro cuerpo.
Concéntrate en tu propósito de vida y despójalo de intereses personales. Amplíalo según tu corazón te dicte y lo que decidas hazlo por el Bien común. El Yo debe ponerse al servicio de la Conciencia. Desde ahí todo se hace más fácil.