Cuando era adolescente vivía muy confundida, me decía «sé que sé pero no sé qué es lo que sé». Era un sentimiento muy fuerte de certeza aunque, fuese lo que fuese, estaba muy escondido y lo único que me creaba era angustia. Sin guía, me dejé llevar por la Mente y crecí desde la soberbia.
Ahora, ya en mi tercera edad, puedo decir «sé que sé, pero es lo innombrable».
Comencé la andadura del camino espiritual hace ya cerca de cuarenta años; buscaba la respuesta, desde un impulso y anhelo superior a mí misma. Todo lo que pasé fue necesario para poder llegar hasta el maestro y reconocerlo. Hoy puedo ver desde fuera todo el proceso y transformación en mí; primero viviéndolo desde la expectativa y la exigencia. Totalmente posicionada en el Ego. Desde la inconsciencia a creerme con el derecho a ser atendida y reconocida, desde una actitud mental y egoísta, de resistencia.
Ahora, todo ha cambiado en mí -y soy la primera sorprendida- porque el proceso de «auto-realización» es tan gradual y sutil que, en cada tramo en que se va desvelando el Alma, surge una nueva perspectiva y el entendimiento se ensancha a medida que se va deshilvanando el ego … y miro mi interior, despejado ya de creencias e ilusiones vanas … Veo al «personaje» y siento el Alma.
Como dice la canción de Violeta Parra «distingo perfectamente el negro del blanco …» no como colores, sino la oscuridad de la Luz. Hoy sé que estoy posicionada en el corazón y sostenida por el Alma. Y eso es lo que me ha llevado al estado de paz interior.
Acepto. Me siento agradecida.