
En este mundo, las emociones reales no cuentan, no hay tiempo para vivir. No nos permitimos vivir y sentir lo que realmente somos. No nos permitimos mostrar nuestras debilidades, nuestros sueños y deseos profundos.
¿Cómo ha sido posible esto? ¿En qué momento perdimos nuestra verdadera identidad? ¿En qué momento dejamos de hablarnos y escucharnos?
Son los miedos -que rigen este mundo externo falto de corazón- los que, como un goteo constante, han ido perforando el estado de paz interno, anulando la creatividad, la inocencia y la fe en nosotros mismos.
Este mundo externo que, regido por un malvado tiempo ficticio, nos hace creer que no nos alcanza el tiempo, que es una pérdida de tiempo dedicarlo a nosotros mismos.
Las consecuencias de ese «mal vivir» ya está a la vista de todos, ya lo están sufriendo millones de personas de todas las edades. Ansiedad. Angustia vital. Bipolaridad. Depresión. Estrés. Trastornos mentales como obsesiones compulsivas, trastornos de la personalidad, etc.
Volver al centro de nuestro ser es la contrapartida. Pararnos y encontrar nuestro propio ritmo, nuestra verdad. Pero sobre todo recuperar el amor y respeto por nosotros mismos y los demás seres vivos. Volver a aprender a sentir, dedicándole tiempo a nuestro ser … y sonreír.