No hay actitud más despreciable que crear debilidad emocional en el otro a través de la amenaza. Inconscientemente; ignorando el alcance desestabilizador que puede tener una frase como «si no te portas bien no te voy a querer más» que le dicen algunos progenitores al niño. O en una relación de pareja, el que se siente fuerte intimida al otro «esto es lo que hay, si no te gusta te largas», sin posibilidad para el diálogo y el acuerdo.
También está el miedo ajeno, que igualmente nos condiciona y coarta nuestra libertad. Por ejemplo, el miedo excesivo de la madre a que el niño se haga daño o sufra. El miedo desorbitado a perder la pareja, los miedos impuestos a través de la religión, el miedo irracional de la propia mente que crea obsesiones compulsivas y trastornos de conducta.
Todos estos tipos de miedos, propios y ajenos, creados por relaciones o actitudes insanas hacen a la persona dependiente, temerosa, insegura y con baja autoestima.
Los miedos se disuelven con el amor hacia nosotros mismos. Nadie tiene el poder de dañarnos si nos valoramos correctamente y honramos quien somos.