Me llamo Conciencia y tengo la capacidad de observar e iluminar el universo dentro del ser. Soy la parte refinada y desarrollada de la Mente. Soy la parte superior y luminosa de la Mente y me encargo -cuando soy requerida- de guiar, desde mi conexión con la Conciencia Suprema, al ser esencial del que formo parte.
Observo que la Mente inferior tiene un rol dominante; actúa de manera arbitraria en todo momento, sin descanso y muchas veces sin objetivo. Juzga, critica, se queja, duda, recela… pero también fantasea y se escapa muy a menudo de sus responsabilidades. En realidad, su autoritarismo hace que viva, agotada, en conflicto permanente.
A las emociones las veo revolotear como mariposas; tan despreocupadas ellas, tan a lo suyo. A veces llegan a ser tantas, en este espacio pequeño, que resultan agobiantes. Sólo algunas son bellas. Otras, totalmente volátiles, caducas, desenfocadas o perjudiciales.
La mente quiere razonar pero, por otro lado, el corazón -la parte emotiva- la arrastra y convence de algo. O al revés; es la razón quien domina y exige y somete hasta la asfixia al corazón. Yo observo.
Como Energía elevada sé soy inmortal y conozco perfectamente mi labor. Tengo la comprensión de los misterios de la vida. Pero sólo actuo cuando la Mente se deshace del Ego y deja ese espacio para que yo lo ocupe y expanda.
Mi nivel de expansión y luminosidad indica el nivel de comprensión del Yo de su existencia real, y cómo percibe y se integra en la Realidad. En la medida en que el Yo permite y es capaz de soportar mi Luz, el ser percibe que es sólo un pequeño espejo reflejando los atributos del Ser Supremo.
Soy la Conciencia y desde la Luz que expando el ser puede sentir cómo sus energías armonizan con la Belleza del Creador y así puede experimentar la indivisibilidad y unicidad de todos los seres vivos y el Absoluto.