«La cantidad de felicidad que tienes en tu vida depende de la cantidad de libertad que tienes en tu corazón.» –
(Thich Nhat Hanh)
La libertad de nuestro ser es el único y verdadero sentido de libertad de ser quien somos, dignamente.
Damos por válidos los conceptos que nos llegan de fuera, producto reducido de lo más elemental, cuando lo juicioso sería adentrarnos en nosotros y profundizar hasta llegar a la esencia de nuestro ser y descubrir que ese ser es libre y nada le puede dañar.
Las ideas que forman nuestro entendimiento sobre los valores terrenales son diferentes a cuando conectamos con nuestro corazón espiritual y nos lleva más allá de todo concepto.
Tenemos que separar lo que significa, por ejemplo, la justicia creada por el hombre en el plano terrenal y la justicia divina. Cometemos el error de interpretarla desde el plano terrenal y se deja de creer en Dios cuando nos ha decepcionado porque no ha cumplido con nuestras expectativas de la vida. Por lo injusto de las guerras, por lo injusto de la desigualdad entre ricos y pobres… el culpable es Dios … y esta es una forma muy infantil o inmadura de pensar, simplemente por no haber desarrollado la capacidad de trascender este plano lineal y tener una perspectiva mayor de la Realidad y de quienes somos dentro de ella.
Hablamos de libertad y pasa lo mismo; una cosa es la libertad física, en el sentido de nuestros derechos individuales y colectivos respecto a este mundo y tiene otro sentido cuando nos damos cuenta de que -somos- un espíritu vivo y eterno que nadie puede doblegar o encarcelar.
Para profundizar en ello tenemos que sentarnos en quietud y conectar con nuestro corazón. Todos los días ir al encuentro de nuestro ser esencial y es así como podremos equilibrar la importancia del ego que, si no se resiste, ocupará su sitio y se volverá humilde ante la Luz que desprende el ser.
¿Cuán libre es nuestro corazón para palpitar fuerte y a su propio ritmo?
¿Cuál es su deseo más secreto que no se atreve a darle voz?
¿Qué oprime al corazón, qué cosa le mantiene encadenado a la resignación, al miedo y a la tristeza?
La Meditación es el vehículo que nos conduce hasta el corazón. Hay que llegar hasta él y abrir las puertas, sin miedo.
Entonces es cuando nos sentimos libres; pase lo que pase, estemos donde estemos, sea cual sea nuestra situación; la libertad verdadera está por encima de lo circunstancial y nos proporciona riqueza espiritual.