
Desde el primer llanto como necesidad afectiva, hasta el último, probablemente reprimido, nuestra vida transcurre con muchos momentos vividos en el desamor y con el sentimiento de incomprensión de los demás.
La falta de Amor nos crea inseguridad y la inseguridad nos crea ansiedad y miedo. Tortura mental.
Alguien dijo «Si vamos a morir con la totalidad de nosotros mismos, por qué no vivir con esa totalidad«.
1 de cada 7 adolescentes hoy tiene alguna enfermedad mental diagnosticada. Siendo el suicidio un escape a tal inmenso sufrimiento al que no encuentran salida.
Se hace urgente una dedicación y entrenamiento para fortalecer el sistema nervioso, la confianza en sí mismo, la auto-valoración y el desapego a creencias y relaciones tóxicas.
La disciplina fortalecerá la voluntad de salir de hábitos e ideaciones nocivas.
Un terapeuta, amigo o familiar en el que confiemos debe ser el acompañante que insufle ánimo y renueve cada día el aliento y la energía para seguir adelante.
Ver la situación como un desafío a superar, es lo suyo. «Yo no soy mi mente«.
Existen tres diferentes actitudes ante la vida: (1) VICTIMISMO. Resistencia al cambio con energía negativa y de queja. (2) PERFECCIONISTA. Querer tener siempre la razón y ganar a toda costa. (3) EQUILIBRIO. Estar en paz con uno mismo. Equilibrio emocional.
Todos tenemos deseos, preocupaciones, desilusiones, pérdidas, miedos … el cómo reaccionamos ante estas situaciones y cómo nos enfrentamos a ellas y las solucionamos, es lo que hace la diferencia.
El Amor es el remedio para conocerse a sí mismo, sanar toda herida emocional y prevenir cualquier desequilibrio interior, físico y mental.
El AMOR es un estado del Ser, tiene que ver con uno mismo. Y cuando estamos bien con nosotros mismos, estamos bien con el exterior. Pase lo que pase, confiamos.
El entrenamiento para una Conciencia despierta y firme pasa primero por amarnos a nosotros mismos, sentirnos merecedores de recibir amor y desear compartir el Amor que somos.