La dignidad del pobre

hombre agradecidoHay una pequeña historia de un anciano ciego que estaba en la calle mendigando. Estaba sentado en la acera y tenía un cartel junto a él que ponía «soy ciego y no tengo para comer» pero la gente pasaba sin prestarle atención. Un joven se paró frente a él y sin vacilar cogió el cartel, le dio la vuelta y escribió algo. Volvió a colocar el cartel donde estaba, echó unas monedas al pie del anciano y siguió su camino. De vuelta de su trabajo, horas después, volvió a pasar por delante del anciano y se paró a saludarle, viendo que sonreía. El mendigo, intuyendo que era la persona que había escrito algo en su cartel y que tanta suerte le trajo porque mucha gente se había parado a saludarle y ayudarle con algunas monedas, le preguntó curioso qué había escrito. El joven, sin darle ninguna importancia, le contestó: abuelo, escribí «es primavera y no puedo verla» … qué le parece … y los dos se echaron a reír.

Nadie quiere escuchar lamentaciones. No se simpatiza con la miseria humana. Los actos de caridad no encajan en el ser humano actual, sin tiempo para pararse a compadecerse de nadie … cada uno está en su propia lucha de vida …

Pero nos fijamos en lo que está en nuestra misma onda. Simpatizamos con lo que nos impacta agradablemente. El mensaje que llega al corazón de forma amable nos atrae. Todos estamos falta de amor y simpatía …

Ser positivo siempre tiene ventajas. Los actos espontáneos de corazón llegan a los demás corazones.

Si nuestra actitud en la vida es de víctima o de mendigo recibiremos migajas por lástima. Pero si nuestra disposición personal es de confianza, dignidad y amor, esa actitud nos facilitará la vida.

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