No hay mayor castigo que la indiferencia y el silencio. Ese desprecio es aterrador y causa el mayor dolor del mundo.
Cuando el niño sólo ve adultos alrededor que no le prestan la debida atención, cada uno enfrascado en sus propios asuntos y preocupaciones. Cuando el niño se siente sin espacio y fuera del tiempo de las personas que le rodean, a no ser para darle órdenes, reglas, deberes, prohibiciones … a ese niño confundido y sin capacidad de expresión se le van cerrando las puertas del amor y de la felicidad.
Con las mismas consecuencias sería si se le obsequia con algún aparato que lo distraiga indefinidamente sumergiéndolo en un mundo irreal …
El niño, sumido en el silencio de su propio mundo. Silencio acompañado a veces de miradas heladas, impenetrables, que lo fulminan y lo desestabilizan.
Silencio lleno de gritos que empuja al niño al abismo de la confusión y de la soledad.
Silencio obligado por un nudo de hierro en la garganta.
Silencio que abarca desde el corazón al alma.
Muda la voz que ya sabe del ¡cállate!
Mudos los sentimientos que se atragantan.
Niños sin expresión, ojos tristes o de rabia …
Hambre de amor que no sacian
… luego los adultos se manifiestan contra la violencia de género, contra las guerras, contra las injusticias …