
Las tragedias mueven a la compasión finalmente, pero antes y mientras tanto, las tragedias indignan, frustran, crean impotencia y mucho dolor y sufrimiento.
Es en las situaciones extremas de tragedia y dolor cuando aparece el espíritu comunitario de fortaleza y generosidad; despunta la capacidad que tiene el ser humano de adaptación y sacrificio. Su impronta por ayudar a los demás es espontanea entonces. Su genuina solidaridad y gestos de amor están en cada poro de su piel. Pero todo eso con el tiempo se va olvidando una vez se recupera la normalidad que impone el más fuerte… y de nuevo en el confort, volvemos a caer en la actitud egoísta de aquí no pasa nada.
Recuerdo que, viviendo en Irán, recién terminada la guerra Irán/Irak, que fue devastadora y vivíamos de los cupones de racionamiento por la escases de alimentos, los hombres tenían que hacer larguísimas colas esperando les diesen su ración mensual de los alimentos básicos: un día cola para el azúcar, otro día para el té, otro día para recibir la grasa para cocinar, el arroz y otro día un pollo esquelético. Si no recuerdo mal, eso era lo que recibían los pobres, que eran la mayoría de la población y que me tocó vivir.
Pero lo que quiero compartir es el comentario de una amiga mía mejicana, casada con un iraní, y que llevaba muchos años viviendo allí. Me dijo «hecho a faltar el sentimiento de unión y hermandad que vivimos durante la guerra. Era hermoso. Mantenía nuestros corazones vivos». Ese comentario me impactó y me dejó sin habla.
En las calles, durante la guerra, se hacía una gran cazuela de comida, donde cada uno aportaba lo que tenía; dos patatas, una cebolla, un puñado de arroz, lo que se tuviese, y de ahí comían todos. Existen muchísimas anécdotas parecidas en todos los lugares en los que han ocurrido y ocurren desgracias colectivas.
Unos años más tarde llegaron a Irán exilados bosnios, debido a la cruel guerra entre Bosnia y Serbia. Escuché historias horribles pero también me hablaron de historias de amor y sacrificio. Después sucedió la guerra del Golfo … una locura más. Y las calamidades continúan, ahora con la guerra entre Ucrania y Rusia…
La exaltación patriótica. La llamada a morir por los ideales. La euforia colectiva por ir al frente a luchar. Y detrás de ese telón, la destrucción, la muerte, el sinsentido, la frustración, la impotencia. Los huérfanos, las viudas… el infierno mismo.
Sobre todo, la violación a mujeres y niñas, las torturas, las muertes lentas por falta de atención médica … ¿Quiénes quieren la guerra? ¿Quiénes la permiten? ¿Qué razones poderosas existen para que sucedan si no son los intereses económicos y la lucha de poder de unos cuantos?
¿Cómo es posible que no aprendamos de nuestros errores y el ser humano siga matándose entre sí. Lo que es peor; los poderosos gobernantes mandando a las poblaciones al matadero.
El Camino de la Unidad es el que toca ahora recorrer. Después de este terrible caos bélico vendrá la Era del Amor y la Compasión. Cuántos más seamos, será más visible para los rezagados. Recorriendo este Camino no tenemos nada que perder. Algunos desconfían y temen perder sus posesiones, su individualidad, pero esto es porque no han experimentado el gozo de dar y compartir.
Somos UNO. Somos Conciencia. Somos energía.