
Sentir que todo es efímero, como si el tiempo no existiese, como si el espacio se difuminase sin horizonte, experimentaremos que la realidad tiene muchas capas y que el Tiempo se divide en momentos.
Demos la importancia justa a cada situación, tomándonos en serio sólo lo preciso.
Sin tiempo de sobra para añorar o comparar, Sin ocasión para perderse en conjeturas.
Tiempo fugaz por su intensidad y a la vez con la sensación de perpetuo; los buenos momentos quedan grabados en el corazón… los malos momentos les mandamos Luz para que se diluyan en la memoria.
En la superficie del Tiempo se mueven los miedos, la ansiedad, las preocupaciones por el futuro. Pero ahondando en el día a día, está la calma, el sosiego, sabiendo que todo sucede en su momento preciso. Convirtiendo la experiencia en aprendizaje y confianza.
No existe nada fuera del Tiempo en el Plano terrenal. Todo está marcado en el Hoy. Sin embargo, el ser humano quiere ir por delante del tiempo o queriendo frenarlo; el niño quiere ser mayor, el joven quiere ser adulto… y el adulto intenta retrasar su madurez; todo un sin sentido que produce resistencia y sufrimiento.
Vivir en el presente hace que cada momento sea único. Primero ejercitarse como Observador atento al personaje que actúa en nosotros. Ser testigo, sin juzgarnos ni castigarnos. Después, poco a poco, nuestra Conciencia que habrá despertado, se hará cargo de mantenernos en el Presente y eso nos proporcionará la paz interior que necesitamos.