Potenciando la templanza encontraremos el equilibrio y la armonía interior.
Después del recogimiento obligado, del distanciamiento físico, de frenar en seco una vida de sobre-esfuerzo, de vivir contra-reloj, de padecer ansiedad y estrés super-preocupados por el futuro… encontremos y apreciemos la virtud de la moderación.
Los excesos nos han llevado a insensibilizar los sentidos. Recuperemos la capacidad de experimentar el afecto y el amor por la vida como algo bello y sublime.
El problema de no saber manejar de manera mesurada las emociones y los sentidos hace que aparezcan en nuestras vidas los conflictos y sufrimientos, que hubiesen sido perfectamente evitables.
Abusar es hacer un uso exagerado de algo, inclusive dejarse llevar por una emoción o sentimiento de forma desmedida. El otro extremo sería la abstención; aislarse, evitar la cercanía de otras personas, evitar enfrentarse a una situación o persona, debido principalmente a los miedos.
No volvamos a vivir en los extremos porque eso nos extravía. Existe otra manera y es desde la templanza. Salgamos de las viejas estructuras sociales y mentales.
– ¡Oh alma sosegada, qué dicha sentirte!
Reblogueó esto en Desde El Cieloy comentado:
Me agrada mucho leer a Cris. Es por eso que no solo los invito a conocer su última entrada, sino también a visitar su blog. Siempre escribe sobre lo verdaderamente importante. En los extraños días que vivimos viene muy bien leerla. Que todo este gran remezón a la humanidad sirva para algo y podamos ser mejores personas cada día.