
Los sentimientos de culpa forman una capa bajo nuestra piel. No es que el otro me ha dañado -que también- sino que nací y crecí sin protección para ese tipo de aflicciones.
Existen las personas que creen firmemente que siempre la culpa es del otro. Así que nunca se cuestiona sobre sí mismo porque encuentra rápido una justificación para todos sus actos.
Estas personas difícilmente se desarrollan porque son rígidos en sus ideas y creen tener siempre la razón. Una de sus frases favoritas es «no es mi culpa».
Por otro lado están esas otras personas que cargan con la culpa de todo; la suya y la de los demás. Son las que están pidiendo perdón y disculpas muy a menudo, inclusive ya como hábito comienzan la frase con un «perdona….»
Estas personas son sufridoras natas, sea la razón que sea la que les ha llevado a vivir con este asfixiante sentimiento, que sepan que éste es un buen momento para sacudirse tamaña responsabilidad. Hay que trabajarse a auto-estima.
¿Qué sentimiento de culpa me está torturando? ¿Qué carga llevo sobre mis hombros que no me pertenece?
Imaginémonos subiendo una colina, el camino está en forma de espiral. A cada vuelta que damos de forma ascendente, nos paramos unos momentos a descansar y nos deshacemos de algo de CULPA que llevamos a cuestas. Y lo vamos nombrando «no quiero llevar más conmigo la enfermedad de mi hermana». «dejo aquí la culpa de sentirme alegre a pesar de la muerte de mi madre». «me deshago de la culpa de que mis hijos no me quieran como yo quisiera» …
Y cuando llegues a la cima, ligero, libre de «pecado», respira hondo y reconócete como un ser humano normal que solo desea vivir en paz y amor. Del mal que haya hecho pido perdón y me libero.
El Universo será testigo de ello y te apoyará.