
El yo-personaje sueña y desea aquello, lo otro. No sabe bien qué.
Aparenta ser, fantasea con lo que no es o envidia lo que los demás tienen.
Quisiera ser perfecto porque tiene muy buena imagen de sí mismo. Quisiera que los demás le hagan feliz y quiere ser amado sin tener que dar demasiado.
Pero igualmente se siente infeliz, incomprendido o desgraciado, porque inconscientemente ese es el personaje que ha elegido interpretar.
Sufre haciendo su padecer el más grande. Sus carencias no tienen igual. No escucha ni ve a su alrededor; él es el centro del drama.
Todo esto sucede viviendo desde el yo-personaje, al que se ha vestido de víctima. Porque víctima es quien se deja dominar por su Mente … y esa mente (débil y miedosa) sólo está pendiente de su yo ridículo, anónimo y sin luz, . . ¡Toda una frustración!
Pero, qué pasa al otro lado, más arriba o más adentro de ese «yo» prefabricado … en ese otro espacio donde funciona otra realidad de nosotros mismos … resulta que ahí está nuestra Alma, tan tranquila, sin que se vea afectada por lo que ese yo-personaje viene quejándose.
Tenemos un Yo Superior capaz de trascender el Plano material y terrenal. Capaz de percibir e intuir que existen otras dimensiones y otras realidades, superiores.
Y ahí, en ese descubrir nuestro Yo Superior, es cuando la vida comienza a tomar sentido y propósito.
Es entonces, cuando nos deshacemos de ese yo-personaje, ficticio y fingido, cuando nuestra Conciencia se despliega y ensancha nuestro horizonte, cuando se expande nuestra inteligencia y claridad mental… entonces comenzamos a ser nosotros mismos. Por fin.