«Que tu mano izquierda no sepa lo que da tu derecha«, nos aconsejó Jesucristo. Y es que si das desde el corazón, desde la naturalidad de repartir y compartir lo que se tiene, siempre te viene de vuelta multiplicado.
Y, por el contrario, el miedo a perder, impide por sí mismo y bloquea el que te llegue la abundancia.
Proyectamos al Universo nuestras miserias y generosidades. Y como Dios no toma decisiones por nosotros, tenemos que saber muy bien qué pedimos y cómo lo pedimos. ¡Cuidado! porque se cumple.
Una petición ambigua lanzada al Universo … «quiero casarme y tener hijos» … sin especificar «que me haga feliz y enriquezca mi ser…» cambia totalmente el panorama.
Podemos desarrollar una forma de pensar «mística» que es pensar conscientemente, conectados y centrados en nuestro núcleo del Ser. Así podremos programar nuestros deseos… fuera del plano mental -que siempre es engañoso y muy limitado-.
Cuando refinamos nuestra energía vital a través de una práctica espiritual y/o llevando una vida consciente sintonizada con la Naturaleza, esa energía que somos nos ajusta por si misma a la Realidad y a la Verdad única y perfecta.