Cuando me enamoré

Estaba en un estado totalmente de desgana hacia la vida. Rendida, diciéndome que ya había visto y sentido suficiente. Sin luz en los ojos, apagada la sonrisa. Y de pronto, algo inimaginable ha sucedido. Algo no buscado, impensable; me siento enamorada, empoderada de alegría explosiva.

Existe un enamoramiento interno, casi místico, que te enciende la sangre y es fuego que no quema pero que purifica y sana el corazón. Y si ese amor es correspondido entonces la dicha es completa.

El sentimiento de conexión y armonía, las emociones que, como surtidores, se dejan sentir desde lo más profundo del Ser. Un amor elevado ha surgido, y está bien lejos de ser egoísta, por ello lo que produce es sólo gozo. No es un amor de supervivencia. Este amor irradia y atrae el amor puro que busca armonía, sin apegos ni deseos egoístas.

Nuestros corazones han creado una alianza para vivir la felicidad en uno mismo desde la felicidad del otro. Este amor que nace de un sentimiento profundo, que me siento incapaz de definir, es sublime y elevado porque es un amor desinteresado en su esencia y nace de la realidad de quienes somos y de qué somos capaces de dar, sin ningún tipo de miedo a perder.

Este amor, casi espiritual, casi platónico, casi de éxtasis por instantes, ha creado un estado de conexión con el alma del otro de forma real y consciente. Y mi corazón me delata; mi actual locura viene del Amor. Río porque mi alma está de fiesta. En mi interior se han encendido todas las luces desde que lo he encontrado y reconocido.

No me importa si sólo dura un instante; haré ese instante eterno. No me importa si nadie lo entiende; sé lo que siento con total certeza. No me importa si no tiene futuro; te llevo dentro en presente.