
Me voy olvidando hasta de mis gustos. Puede parecer algo impuesto, como si la mente me retase: «deshazte de más», «vacíate de todo apego», … pero no es mi mente quien lo ha planeado así.
El ver cómo todo se va diluyendo hace que me pregunte a veces qué es lo que quedará. ¿Es que acaso los placeres son malos?
Pero, ni siquiera eso, cada vez son más sutiles los pensamientos. Sólo el Alma y el corazón están presentes.
Cuando la Conciencia aquieta a la Mente sucede una transformación; el Alma se deja ver.
La Conciencia está ligada a la Intuición. Abrir los ventanales de la Intuición hace que se amplíe la panorámica de nuestro mundo y el horizonte pierda los límites que la mente había creado.
Las limitaciones del conocimiento mental comienzan a tambalearse y la Conciencia nos muestra de refilón la sabiduría intuitiva que fluye sin límites … y comenzamos a maravillarnos … puede que aparezca el Miedo, que siempre teme perder algo o se asusta de lo desconocido … pero también él desaparecerá.
Esta sabiduría innata que nos sostiene y no permite que nos corrompamos ni degeneremos o nos degrademos, debe ser reactivada. Se trata de la Presencia divina; nuestra Alma con toda su Luz.
Vivamos desde y en la Presencia divina, que emana desde el centro sagrado de nuestro corazón y conseguiremos vivir acorde a nuestra naturaleza de manera fácil y desde la preciosa serenidad del Alma.