Como en los actos banales donde se prodigan las alabanzas y risas huecas. Momentos de poses amables e imagen cuidada. Gratis la simpatía y buenas palabras que no comprometen. Hablamos de éxitos y buenos propósitos, y hasta nos mostramos emocionados con los cumplidos, para luego ser inflexibles y duros con nosotros mismos y con nuestra gente cercana.
Si no soy auténtico, qué soy. Si no soy auténtico soy falso. Imito a otros cuando no tengo clara mi identidad. Disimulo cuando me siento inseguro y no me valoro. Somos una repetición de aquel a quien admiramos. Pero una copia no tiene CALIDAD, sólo apariencia.
Preferimos aparentar, desde un ideal que sólo tiene fuerza en nuestra mente. Al no valorar quien somos, al no tener confianza en quien somos, no nos atrevemos a ser originales.
Se vive en la frustración, desde un falso orgullo y un falso amor; decepcionados finalmente pues no hemos descubierto todavía la satisfacción de ser uno mismo .
Buscamos lo cómodo, al no comprometernos, al no esforzarnos, ¡al no arriesgarnos! …y los deseos se eternizan en la mente … . Elegimos lo que produce el mínimo esfuerzo cuando no nos valoramos. Nos conformamos con ser sólo una imagen… sin querer escuchar al corazón que tiene deseos propios.