
Se dice «lo que Dios quiera» … pero, con qué frecuencia podemos dar Fe de Su Presencia en nuestras vidas y, cuánta sinceridad hay en esa frase hecha.
Lo que Dios quiera resulta ser lo que mi Conciencia me inspire y me dicte. Desde la certeza en mi corazón que es Dios en acción en mí quien actúa.
Lo que Dios quiera cuando la pureza de nuestro corazón percibe y distingue entre lo múltiple y Unicidad. Y percibe y siente la semejanza entre el Ser y el Universo, entre el Alma y la Divinidad. Barriendo florituras.
La Mente puede crear un dios a su medida e interés, imaginándolo, desde el Ego. Sin embargo, el Alma nos recuerda a Dios como el Todo y crea el anhelo y la añoranza a Él, como revelación del Ser esencial en nosotros, que ya lo ha experimentado.
Mi Alma da Fe, inclusive por lo que no entiende porque mi mente es limitada, pero confío, tengo certeza desde mi corazón, y por eso digo «lo que Dios quiera»… haciendo con responsabilidad mi parte.




La conexión con la divinidad debe hacerse desde la madurez mental y emocional. La claridad mental nos acerca a la Verdad. Las creencias deben transformarse en experiencias. Se ha hecho necesario el posicionamiento correcto de nuestro Ser para tomar las riendas de la vida en todos los aspectos. La espiritualidad es uno de ellos.
El conflicto y el sufrimiento se crean a nivel mental. El dolor puede ser a nivel físico pero también se filtra emocionalmente en el corazón. Más profundo está el tormento del Alma, cuando queda desconectada de lo divino en su Ser o queda interrumpido el flujo del Alma de la persona que ama o de la Divinidad misma.
¿Te sientes conforme y contento contigo mismo?…Más bien es la frustración la que nos invade a todos en alguna medida, también el desaliento y la resignación ante la insatisfacción que intentamos esconder y preferimos desconocer.
Comencemos por saber que no somos lo que hacemos sino lo que sentimos ser desde nuestro Ser. Y para poder percibir a nuestro Ser, debemos EXPANDIR nuestra Conciencia que hasta ahora está encasillada y maniatada entre conceptos y creencias (de otros).
Todos tenemos miedos porque los miedos razonables son necesarios: Nos previenen de los peligros y de extralimitarnos. Los miedos ajustan nuestras ansias de riesgo y fantasía.