Heredamos la creencia de que es normal enfermarnos y lo aceptamos sin más; rendidos ya de antemano a no vivir plenamente, desde una actitud de víctima o derrotista.
Inclusive nos parece natural tener molestias y dolores y los aceptamos, nos acostumbramos a ello, lo sobrellevamos de forma resignada y pasiva … ya se encarga la industria farmacéutica de hacer crónicas nuestras molestias físicas y enfermedades.
Pero no se trata de combatir la enfermedad, como algo maligno que nos invade de forma fortuita. Es justamente por el desconocimiento de nosotros mismos, de cómo funciona nuestro cuerpo y de cuán alejados estamos de nuestra realidad, que caemos en la enfermedad y las dolencias. Si atendiésemos debidamente a nuestros cuerpos físico, mental, emocional y etérico, estaríamos atendiendo de forma preventiva cualquier desajuste o desequilibrio en ellos y entre ellos.
La enfermedad no se instala en nosotros de un día a otro. Es un largo proceso y nuestro cuerpo comienza a avisarnos de una manera u otra; falta de apetito, de sueño, malestar general o en una zona concreta … a veces nos avisa de cambios que tenemos que hacer en nosotros, crisis internas a diferentes niveles que nos están indicando algo … pero nosotros no escuchamos sus advertencias. Preferimos no ver ni oir. Preferimos no saber porque la realidad en nosotros es que ignoramos qué hacer, cómo solucionar, cómo hacer frente a nuestros problemas. Tenemos miedos a afrontar hechos y solucionar.
La enfermedad -sólo hay una, aunque se manifieste de múltiples maneras- es por la desconexión con nuestro ser esencial o alma. Esa fragmentación y alejamiento genera todo tipo de síntomas (angustia, ansiedad, miedos, inseguridad…) desajustes (en nuestros órganos más débiles), bloqueos en nuestros centros energéticos, exceso o deficiencia de fluídos …. etc.
Etiquetar y tratar exclusivamente los síntomas, como hace la medicina oficial, es poner parches a lo que nos está indicando nuestro cuerpo mientras nuestras células encargadas de sanarnos están desconcertadas y paralizadas por los fármacos. No solucionamos nada en profundidad y volverán una y otra vez a nosotros …
¿Qué hacer entonces? Hacernos responsables de nuestra salud es el primer paso. Asumir que nada es casualidad y enfrentarnos con nuestra realidad. Si la enfermedad está ya declarada y se ha vuelto crónica, podemos al menos hacer que no avance y reducirla a unos niveles que sean sobrellevables.
En segundo lugar, llevar una vida sana es prevenir la enfermedad. Una vida sana en todos sus aspectos y niveles; física, mental, emocional y espiritualmente.
Hacernos conscientes y responsables de nuestra realidad nos da fuerza y seguridad. Nada en absoluto ocurre por casualidad. Vamos a vivir atentos a cada señal fuera y dentro de nosotros y al mismo tiempo con la confianza de que en nosotros mismos está la solución a cualquier problema.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...