No soy una hoja a merced del viento.

Me digo cada día, que esta vida es como un viaje. Está compuesto de muchas etapas y también de paradas para descansar; con tiempo para mirar detenidamente el mapa y repasar rutas, cronometrar tiempos, decidir los mejores medios de transporte, etc. Unos tramos son de esfuerzo y requieren paciencia otros están llenos de sorpresas y alegrías.
Viendo así mi vida, la vivo de una manera más consciente.

Planteándome así la vida, tomo conciencia de que es imprescindible -antes de emprender cualquier viaje- saber a dónde quiero ir, qué tengo que llevar conmigo, qué espero de ello, Qué me mueve a hacer ese viaje?: ¿Es un viaje simplemente turístico, en el que voy a relajarme y a «cerrar los ojos» acostada en la playa, sin querer más? ¿Es un viaje de búsqueda? ¿Es un viaje de aventura o también en el que estoy buscando sumarme al viaje de otro? ¿Mi interés y objetivo es pasarlo bien o pretendo encontrar algo más profundo que me saque de mi sensación de vacío?

Cada día, antes de levantarme, me preparo para un nuevo desafío. Me predispongo a vivir el día desde mi Yo Superior, es decir, entregar en cada acción lo mejor de mí.


Y me digo que quiero disfrutar de este viaje. Quiero vivirlo plenamente. Hay tramos que quiero hacerlo a pie; recorrer los campos en flor, adentrarme en un bosque frondoso o recrearme ante el mar… en fin, ¡tantos momentos así!
Pero también, por supuesto, otros tramos del viaje utilizo otros medios para moverme -para avanzar. Buscando algo más, desconocido hasta ahora y que intuyo está ahí esperándome.


La vida se convierte en algo fascinante cuando le damos un sentido, en realidad, cuando tomamos conciencia de que TIENE un sentido.

En mi bolsillo está el mapa de mi vida. Me sitúo en él: veo claramente dónde estoy y a dónde quiero ir. Eso me da mucha tranquilidad. Ahora sí, soy guiada por mi Conciencia.


«No soy una hoja a merced del viento»