
El Miedo no es más que una forma de energía específica, a la que alimentamos aunque no tiene consistencia verídica, que puede llegar a tomar poder y dominio sobre una persona, paralizándola.
Las personas que viven alejadas de sí mismas -que no tienen conocimiento de quiénes son- están llenas de miedos. El Miedo las domina de alguna manera, las limita y las frena. La lista es muy larga de todo lo que puede producir el Miedo en una persona, en diferentes grados; miedo al descontrol, al abandono, al rechazo, a lo desconocido, al victimismo. Físicamente puede alterar el sueño, el apetito, el ritmo cardiaco, la tensión arterial, asma, depresión, sexualidad bloqueada, etc.
Desde nuestra responsabilidad y derecho a ser felices, vemos que la persona miedosa tiene una identidad replegada y contraída. Su Mente es débil y tienen poca autoestima, por todo ello sufre, sintiéndose incapaz de superar su situación, pues no es una cuestión de razonamiento sino de falta de energía vital para enfrentarse a los miedos creados o heredados y que le dominan.
El miedo es ocasionado muchas veces por una energía que bloquea el meridiano del riñón y la persona adopta inconscientemente una postura asustadiza en respuesta a anteriores experiencias sufridas que no se han resuelto, inclusive puede proceder de traumas sufridos por la madre durante el embarazo.
Debido a la sensibilidad emocional desarrollada, los miedos nos pueden llevar a renunciar a ser nosotros mismos y por tanto a rendirnos, llegando a tener una actitud resignada ante la vida.
No hay que intentar negar los sentimientos. Los Miedos pierden su poder cuando somos capaces de expresarlos. Hay que sacarlos a la Luz.
¿Qué nos puede ayudar a deshacernos de los miedos? Se hace necesario que aprendamos a cómo relacionarnos con nuestra Alma para que ella se transforme en nuestra guía y apoyo. Encontrar significado y finalidad en la vida puede ayudarnos a deshacernos de los miedos. Dejemos de identificarnos con pensamientos negativos. Prioricemos lo bueno que tenemos en nuestra vida y mostrémonos agradecidos por todo ello. Sintamos placer por las pequeñas cosas cotidianas. Dediquemos tiempo a lo sagrado, es más, convirtamos en sagrada nuestra existencia y seremos iluminados por el Amor divino en nosotros.
Nuestra relación con Dios o Inteligencia Suprema está acorde al miedo con el que vivimos.
Cuando superamos ese miedo (ese desconocimiento y alejamiento de mi mismo) entonces nuestra relación con la divinidad se vuelve perfecta, de armonía completa con uno mismo y con el Universo.
Me has puesto a pensar en mis miedos de las tres de la mañana, me despiertan, se me atraviesan entre las cobijas y se intensifican hacia una zona fría donde debo pensarlos, calcularlos y entenderlos. Desde ahí me adentro en una nueva etapa de los sueños y despierto con la plenitud necesaria para sacar de atrás de aquellos miedos mi capacidad de afrontar con entereza cada circunstancia, el saber prever, el saber ser previsivo. El sentir cada miedo como parte de la vida.