Esta Ley de la Naturaleza es tan sencilla y eficaz que sorprende que los humanos no la utilicemos para ser más atentos con nuestra conducta y así prevenir malos entendidos y enfados desagradables y dolorosas con los demás.
Es fácil de entender que, si yo siembro zanahorias, no puedo esperar otra cosa que recoger lo mismo que he sembrado.
Por esa misma lógica, si no quiero ver el conflicto que tengo delante mío porque no me siento capaz de resolverlo y lo camuflo justificándome, lo más probable es que siga enmarañándose, enturbiándose, y lo que coseche sea un sufrimiento mayor y más difícil de solucionar.
Nos sorprenden las reacciones de los demás a algunas de nuestras actitudes pero deberíamos hacernos conscientes y reconocer que los resultados están acorde a nuestro proceder.
Si somos amables y respetuosos a cambio recibiremos el mismo trato. Si nos dejamos llevar por los celos, la envidia o el enfado, de vuelta atraeremos ese mismo tipo de emociones tóxicas. Seamos consecuentes con nuestra conducta. Otros casos requieren que simplemente nos alejemos en silencio de este tipo de personas conflictivas sin buscar tener la razón.
Si entendemos y dominamos el mecanismo de nuestra mente y ego, nos evitaremos más de un disgusto. Solo así nos sentiremos dueños de nuestra vida y en paz con nosotros mismos.