
Absolutamente todo necesita de su justa medida. No existe ningún exceso que sea bueno o que nos beneficie.
Fuera de todo fanatismo, inclusive en el mundo espiritual, todo debe tener un equilibrio y proporción mesurada.
Lo que muchas personas entienden por espiritualidad o religiosidad es una idea interesada, y por tanto forzada, por conseguir algo. Y siempre que la mente se interponga el resultado que se persigue puede estar coloreado por el auto-engaño.
Esa ilusoria espiritualidad, en este mundo relativo y humano, es difícil de detectar por las trampas sutiles que nosotros mismos nos creamos y que a veces otros también alimentan.
Alguien dijo «no ve de la misma manera el árbol, uno que lo quiere talar y otro que simplemente desea sentarse a su sombra».
La motivación natural y el anhelo que nace en el corazón, son los mejores incentivos que nos pueden mover de manera libre, sincera y voluntaria a hacer algo.
¿Qué nos TRASTORNA? Todo exceso. El sobre-esfuerzo, la sobre-exigencia, el deseo exagerado de querer superarse, la busca permanente del éxito. Orgullo desmedido. Fuerte sentimiento de fracaso. El querer sobresalir y destacar siempre.
¿Qué nos TRANSFORMA? La actitud comedida. La atención y el silencio sin esfuerzo. La pureza de intención. El despertar y desarrollo de la Conciencia. Amarnos a nosotros mismos. Ser respetuosos con todos los demás. La sinceridad del corazón. La humildad.