
Quien atestigua nuestras acciones es nuestro Ser. Y desde su re-afirmación es que podemos nutrirnos y avanzar como seres divinos y completos que somos. Esto es importante.
Si reconocemos y escuchamos a nuestro Ser, testigo y corroborador de nuestro hacer y estar en este Plano material, vamos a dignificarlo, con sobriedad, con alegría, con gran sencillez, para que brille por si mismo y no desde nuestro Ego.
Podemos distinguirlo en nosotros. Vamos a sentirlo y dejar que ocupe un sitio privilegiado dentro de nuestro cuerpo físico.
Está la Mente/Ego que nos hace sentir y pensar. Pero ni somos el cuerpo ni somos la mente. Y está el Alma/Espíritu que son las que realmente dan vida y propósito al Ser, nuestra parte inmaterial que simplemente ES, por siempre, viviente.
El Ser tiene la capacidad y la voluntad de conectar con el Maestro interior que en él habita para conseguir la excelencia de si mismo.
A la Mente la convertimos en una nave evolutiva con la que viajar fuera del espacio-tiempo. El combustible de esa nave es el Amor.
Todo esto no es nada más que una ínfima parte de nuestro potencial … experiméntalo.
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