¡Qué más quisieramos! … tener la mente en paz. Terminar con el diálogo mental que nos taladra hasta los sesos. Poder decir basta y entrar en el silencio reparador… pero no, la mente está como caballo desbocado y no la podemos hacer callar.
Y estamos tan inmersos en esa tortura mental de pensamientos sin control, que nos sentimos agotados, cansados, sin energía e incapaces de pensar con claridad. De ahí pasamos a las crisis de ansiedad, a la angustia, depresión… y más de lo mismo …
La llave que apaga el motor de la mente es la respiración consciente. Nos focalizamos en la respiración, llevando toda nuestra atención a las fosas nasales y dirigimos la respiración con total concentración al momento presente: inhalar profundamente, retener unos segundos, exhalar lentamente. Haciendo de cada respiración un acto total y pleno, poniendo la intención de sacar fuera, al exhalar, todas las tensiones, el cansancio, las preocupaciones…
Así, una y otra vez, hasta que la mente se repliega poco a poco y pasa a un segundo plano, calmándose, apaciguándose… y entonces ya la respiración, de forma rítmica, pausada y armónica, se encarga de relajar más y más nuestro cuerpo y nuestra mente.
Entonces es el momento de conectarnos con nuestro corazón… y sentir el Amor y la Paz dentro de él.
